Un escritor es un amigo, un padre, un consuelo, un milagro. Aunque nunca lo hayamos conocido de cuerpo presente, entablamos con él una relación profunda y cariñosa. Confiamos en él, que se manifiesta a través de sus personajes, sus argumentos y sus opiniones, de manera única y personal para cada uno de nosotros. Por eso su muerte es la pérdida de alguien cercano, la pérdida de una parte de nosotros mismos.