Seruhe Ianadi no pudo hacer nada en la Tierra contra Kahú, así que se regresó al Cielo. Kahú se quedó en la Tierra con esos hombres ya convertidos en animales. Lo que hizo esa criatura maligna fue una lección para los makiritare, quienes desde entonces no entierran la placenta, porque al pudrirse nace un nuevo Kahú, que daña al recién nacido. Desde entonces la placenta se guarda en un nido de comejenes.