Hace mucho tiempo el territorio donde vivían los indios yaquis se quedó completamente seco. El suelo estaba muy caliente, las piedras quemadas, y los ojos de agua sólo quedaron en ojos. Los ocho pueblos yaquis desfallecían de sed. Ante esta alarmante situación, los jefes de los ocho pueblos tomaron la decisión de acudir a Yuku, el dios de la lluvia.