Reflexiones acerca del Año Nuevo

Como todos sabemos, las grandes culturas han dedicado parte de sus conocimientos a establecer medidas para el tiempo. En la mayoría de los casos, las fechas de inicio del año están relacionadas con el equinoccio de primavera, con ciclos vitales que marcan el inicio de las siembras, con razones religiosas que fundamentan ya sea la aparición de una nueva religión o cambios sustanciales en ella, con festividades dedicadas a dioses agrícolas o ligados a los orígenes mitológicos, y con el fuego que renace, proporcionando la continuidad del género humano. En una palabra, las celebraciones del Año Nuevo se sustentan en ritos de renovación (de la naturaleza, los dioses y del hombre). Esto, al margen de que las fechas anuales no siempre hayan coincidido.

Sabemos que cuando en el siglo I a.C. los romanos invadieron a los celtas que habitaban Inglaterra, observaron que, en Año Nuevo, los druidas obsequiaban a la población con ramas de muérdago, para que gozaran de prosperidad, y adoptaron esa costumbre que con el paso del tiempo de desvaneció.

Siglos después, en el XIII, también en Inglaterra, se convirtió en un hábito que el pueblo diera regalos a los reyes, y que los esposos de la nobleza obsequiaran a sus esposa con dinero para que se compraran artículos personales, pues se pensaba que ello propiciaría la prosperidad del lar. Asimismo, debía limpiarse muy bien la chimenea para recibir el año venidero.

Desde entonces, la celebración de esta fecha se ha practicado en todos los países del mundo, con modalidades tan variadas como diferentes son las culturas y las religiones. En el caso de España y la Nueva España, Luis Weckmannn nos dice:

En el Medievo se uso “encabezar” y numerar el año de muchas maneras (…) Por ejemplo, los reinos de la Península Ibérica usaron desde el siglo V hasta el XIV la llamada era de España, en la cual el año empezaba el primero de enero según la usanza romana y los años comenzaban a numerarse con el principio del reinado de Augusto, es decir, el año 29 antes de Cristo. Castilla fue la última en adoptar, en 1383, la era cristiana, cosa que por una parte redujo el número que identificaba el año, restándole 29, y por otra, fijó como el primer día de año una fecha de profundo significado religioso. Mas sobre esto no hubo acuerdo en toda la península, pues hubo reinos que eligieron el 25 de diciembre, día de la Navidad de Cristo, mientras que otros prefirieron el Día en que el Ángel anunció a la Virgen su encarnación. Hasta principios del siglo XVII, coexistieron ambos cómputos, pero poco a poco se volvió a aceptar el primero de enero (…) aunque no sabemos exactamente cuándo. El hecho fue que en la Nueva España en 1545 ya había quien consideraba que el año comenzaba el primero de enero.

En México, la fiesta de Año Nuevo fue discreta hasta finales del siglo XIX, a juzgar por las crónicas que nos han legado algunos escritores como la Marquesa Calderón de la Barca y Antonio García Cubas. La primera escribió:

¡Año Nuevo! Se advierten manifestaciones especiales de alegría para festejar la llegada de Año Nuevo. Suenan más las campanas, se dicen más misas, Los trajes de los campesinos que por las calles discurren, tienen mayor aspecto de alegría y por las calles mismas pasa mayor número de carruajes que llevan en su interior damas mejor vestidas que de ordinario, cuando no van en traje de visita.

Por su parte, García Cubas relata que en la noche del Día de San Silvestre – La Noche Vieja, como se la conoce en España, corresponde al Día de San Silvestre, quien fuera papa cuando el Emperador Constantino declaró al cristianismo la religión oficial dl Estado Romano. Según una leyenda italiana, San Silvestre libera cada año al pueblo de Poggio Cagtino, en el Rieti, de un terrible dragón que habita en una caverna en las profundidades de la Tierra, a la que se llega por medio de una escalera de 365 escalones. Con esta acción libertaria, San Silvestre cierra simbólicamente las puertas a las religiones paganas y abre el Año Nuevo al cristianismo- los templos estaban pletóricos de gente que rezaba, acompañada por los acordes de la música de órgano; es decir, que se efectuaban misas en este día, todo el mundo se deseaba feliz Año Nuevo y se intercambiaban flores y regalos que las familias pudientes enviaban a sus amigos con sus respectivos criados.

Actualmente, en la Ciudad de México la costumbre de regalar se ha perdido, La noche del 31 de diciembre hay una celebración más profana que religiosa; se recibe el año con la luz que guía a las ánimas de los muertos, y con velas para encontrar orientación en el año que comienza. Se lleva a cabo una cena cuyo menú es similar a la del 24 de diciembre. Además, como una herencia más de España, cada invitado como doce uvas, una por cada campanada de la medianoche, y pide buena fortuna y formula deseos para que se cumplan durante el año por venir. Con la última campanada, los abrazos y los buenos deseos aparecen entre los concurrentes a la cena. Los chiquillos truenan cohetes y globos y queman luces de bengala. Las personas para las que esta fecha reviste un sentido religiosos, asisten a una misa de acción de gracias y bendicen doce velas qye encenderán de una en una, el día primero de cada mes.

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