Tanto en los espacios urbanos como en los campesinos, tienen lugar numerosas manifestaciones de la tradición oral que comprenden a los chistes, trabalenguas, adivinanzas, albures, leyendas y el relato de espantos, entre otras muchas más. Dichas manifestaciones, que no son sino géneros literarios populares, forman parte de un sistema semiótico particular que pertenece a lo que conocemos como sistemas simbólicos de la cultura subalterna; es decir, la cultura antagónica a la hegemónica, constituida por sistemas significativos que, como respuesta a las necesidades materiales y espirituales, surgen de los grupos populares.
A este sistema simbólico subalterno, tradicionalmente llamado folklore, debemos entenderlo como un sistema semiótico integrado por géneros de la creación literaria popular, codificado por medio de signos verbales organizados según leyes particulares de cada lengua -a nivel gramatical-, y de acuerdo a leyes específicas genéricas -a nivel narrativo-, los cuales, en tanto que signos, comparten la esencia ideológica de todo sistema semiótico.
Al género que nos ocupa lo hemos denominado relato de espantos. Veamos brevemente el porqué. En principio digamos que lo llamamos “relato” porque el concepto nos remite a una modalidad de discurso narrativo de carácter figurativo, o, como nos dice Algirdas Greimas:
… el término relato se ha utilizado a menudo para designar el discurso narrativo de carácter figurativo (comprendiendo personajes que cumplen acciones). Como se trata aquí del esquema narrativo o de algún otro de sus segmentos ya discursivizado, y, por este hecho, inscrito en coordenadas espacio-temporales, ciertos semióticos describen el relato -a partir de Propp- como una sucesión temporal de funciones (en el sentido de acciones).
Así pues, el relato de espantos es una narración concreta, en la que se narran las acciones que realizan ciertos personajes, en un tiempo y espacio determinados. Estos personajes son los espantos, sustantivo que deriva del verbo espantar, a su vez de espavere; o sea, la acción de provocar miedo. Por lo tanto, los espantos son cosas o seres sobrenaturales que producen miedo en las personas y constituyen en este género narrativo uno de los pilares actorales de la sucesión funcional.
Si como hemos mencionado el relato de espantos pertenece al folklore y éste es un sistema semiótico subalterno, podemos considerarlo como un signo, o mejor, como un conjunto de signos que integran un género específico, o subsistema semiótico, que convive en oposición estructural con otros géneros del mismo microsistema que los contiene.
Considerado desde esta perspectiva, el relato de espantos tiene características que lo definen a dos niveles. Por un lado, aquellas que atañen a sus propiedades folklóricas, relacionadas con las condiciones sociales en que se produce y a la dinámica que ello conlleva. Por otro lado, las características propiamente semióticas referidas a la situación semioliteraria de la narración que nos precisan su rango, en tanto que producción de significados narrativos.
En tanto que género narrativo folklórico, su naturaleza es oral. Con esto queremos decir que surge y se transmite por medio de la palabra hablada. Durante el proceso de transmisión del RE hay un continuo cambio de narrador y de oyente. Pues el oyente de un momento se convierte en narrador de otro oyente. Esta sustitución temporal de papeles le confiere la cualidad de cambio, lo hace móvil; el relato circula entre cierto número de personas, trasciende y se transforma, aunque no a tal grado que los actantes, sus acciones y la secuencia de éstas, se pierda. Otra característica de esta clase de relatos es el hecho de ser ubicable; o lo que es igual, al mismo tiempo que es dinámico y circula dentro de uno o varios grupos, es aprehensible y se le puede localizar. Aparece en un lugar y tiempo detectables; nos refleja las condiciones ideológicas que permiten su producción y, por tanto, su funcionalidad condicionada históricamente, a partir de su connotación social; hecho que nos permite considerar su aparición y su estabilidad sujetas a leyes sociales que las favorecen y a las que responden por medio de la transparencia ideológica. Este carácter ubicable del RE nos brinda la posibilidad de ser reconocido en su dimensión histórica y de ser analizado como un producto de la oralidad popular.