Muros y pinturas

La Sierra de San Francisco se encuentra localizada en el Norte del estado de Baja California, donde existen murales de pinturas rupestres. El territorio aledaño a la Sierra estuvo poblado por los antiguos indios cochimíes quienes vivían en clanes familiares, vivían de la caza y la recolección y su cosmovisión se expresaba por medio de ceremonias y rituales dedicados a sus dioses que nos son desconocidos. El territorio fue habitado hace diez mil años, y las pinturas rupestres que se encuentran dibujadas en las rocas data, según los análisis científicos de cuatro mil años. A las pinturas que se encuentra en la Sierra de San Francisco y anexas, se las conoce como una parte del llamado Gran Mural. Tales pinturas fueron mencionadas por misioneros que recorrieron la región, como es el caso del padre Joseph Mariano Rothea en 1768; y desde entonces han sido estudiadas por varios antropólogos.

En toda la Península de Baja California se pueden encontrar pinturas rupestres, pero son especialmente notables las que se encuentran en la parte central y en la Sierra de San Francisco, hasta la Sierra de Guadalupe. Las pinturas representan figuras de animales y figuras humanas, de variadas formas, tamaños y colores, a veces sobrepuestas unas con otras. Entre las figuras de animales se pueden encontrar animales terrestres y marinos, en posiciones fijas o simulando movimiento. Entre ellos están serpientes aves, pumas, venados, borregos, gatos monteses, pumas y liebres; o bien, leones marinos, mantarrayas, ballenas, tortugas, y peces. En cuanto a las figuras humanas (hombres, mujeres y niños) aparecen de frente, con los pies hacia abajo, sin cara, y con los brazos hacia arriba. Los dibujos de figuras de mujeres se reconocen porque poseen senos colocados debajo de las axilas, y se adornan con penachos rituales. En general las figuras humanas no presentan cuello y la cabeza redondeada se une a un torso tosco. Algunas de ellas tienen bien delineadas las manos y los dedos; otras, están atravesadas por flechas. Las dimensiones de las figuras no guardan proporción unas con otras: algunas son muy pequeñas, mientras que otras son bastante grandes. En todas las pinturas se emplearon los colores negro, rojo y la combinación de ellos para indicar mitades.

Existen en toda la región figuras geométricas que presentan cinco estilos diferentes: los de San Francisco, Bahía Concepción, La Trinidad, San Borjitas, San Francisco, más uno semi abstracto de la zona meridional.

En cuanto a la elaboración de las pinturas, según un artículo aparecido en México Desconocido: Es posible que la reunión estacional (que ocurría en épocas de lluvia, a finales del verano y principios del otoño, y era cuando los guamas dirigían las ceremonias y los ritos de la comunidad), fuera el momento más obvio y apropiado para la producción de las imágenes, que desempeñaban un papel clave en la vida del grupo, y que propiciaban su cohesión, reproducción y equilibrio. Asimismo, dada su estrecha relación co la naturaleza, es muy probable que el arte rupestre significara también para ellos una forma de expresar su comprensión del mundo en que vivían.

Desde 1993, las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Agregamos un mito cochimí para darnos una idea del pensamiento religioso de estos indios maravillosos.

La cosmogonía cochimí cuenta que hace muchos miles de años, en el Cielo vivía un dios llamado Menichipa, Gran Capitán, El que Vive, quien creó la Tierra y todo lo que existe en ella, el Cielo, y un ser semejante a sí mismo que llamó Togomag. Poco después, Menichipa tuvo dos hijos, sin intervención femenina: El Veloz y la Perfección. Esta pareja de dioses tuvo a su vez un hijo al que llamaron Emai Cuaño; educado por su abuelo Menichipa heredó todos sus poderes, y que con el tiempo fue el patrono de los matrimonios entre los seres humanos. Cuando Menichipa llevó a cabo la Creación no tuvo mucho cuidado, por lo cual ciertas cosas quedaron imperfectas. Pero Emai Cuaño se encargó de componerlas. Por ejemplo, endulzó las semillas que eran amargas, y domesticó a los animales que eran salvajes; colocó debajo de la Tierra fuego a fin de que los indios no tuvieran frío. Pero como los humanos se quejaron de que hacía mucho calor Emai Cuaño escupió y su saliva se convirtió en mares, ríos, y lagunas. Los indios se enojaron porque había mucha agua, entonces el dios empezó a llorar y sus lágrimas se transformaron en lluvia. Ante tanta lluvia que les envió el dios, los hombres se pusieron furiosos con él y trataron de matarlo. Emai Cuañó se puso sumamente triste ante tanta ingratitud, aun cuando fracasaron en el intento, pues sólo lograron herirlo. Los malhechores huyeron y no se sabe adónde fueron. El que Vive creó a unos seres invisibles que le traicionaron y se volvieron sus enemigos. Cuando uno de estos seres moría, el dios lo llevaba bajo tierra para impedirles acceder al Cielo y ver a su dios.

Poco después, dotó de nombre a todas las cosas y enseñó a los seres humanos a aparearse y procrear, pues los hombres existentes habían sido hechos con sus manos, y ya estaba cansado de tal tarea. Hecho lo cual enseñó a las persona a celebrar ceremonias y a ejecutar danzas sagradas. Asimismo, les enseñó a enterrar a los muertos que hubiesen perecido de forma natural, y a los muertos violentamente ordenó que se les incinerase. En cambio, los que murieron valientemente tenían derecho a acceder a un lugar situado abajo del Norte, donde comerían venados, conejos, ratones y liebres. El Norte era el punto cardinal más importante donde la tierra era fértil, y había excelentes alimentos; en cambio, el Sur contaba con una tierra infértil y al él arribaban todas las personas malvadas.

 

 

 

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