Los burros llegan a la Nueva España

En la época prehispánica los tamemes transportaban en sus espaldas todo tipo de cargas: personas, mercancías, tributos, artículos para la venta, y muchas cosas más. Por algo se les llamaba tamemes, que en la dulce lengua náhuatl significa “cargar”. Los tamemes eran indispensables si pensamos que en este período histórico no existían las bestias de carga. Todavía en los primeros tiempos de la conquista, los españoles continuaron empleando a los tamemes, aun cuando también se servían de los caballos, lo cual no era muy frecuente, pues los equinos debían cumplir otras tareas importantes, a más de que no existían caminos adecuados para estos animales.

Los tamemes se entrenaban desde que eran niños, sus padres, también cargadores, eran los encargados de adiestrarlos. Todos procedían del pueblo, eran macehuales. Los cargadores se solían colocar en las afueras de los tianguis, donde esperaban a ser contratados. Los tamemes que servían en las expediciones de los pochtecas, los mercaderes, eran considerados de más alto rango. Para cargar empleaban un mecapal ancho de cuero y de ixtle que se colocaban en la frente, algunos de ellos tenían estructuras de madera. Ricardo López Méndez nos refiere que: Lo que no se transportaba por agua se llevaba al hombro; y para esto había una infinidad de hombres de hombres de carga llamados “Tlamama” o “Tlameme”. Acostumbrábanse desde niños a aquel ejercicio, en que habían de emplearse toda su vida. La carga regular era de cerca de sesenta libras, y el camino diario que hacían, quince millas; pero hacían viajes de doscientas y trescientas millas, atravesando a veces escabrosas malezas y montes empinados. A tan insoportables fatigas los condenaba la falta de bestias de carga… Transportaban el maíz, el algodón y otros efectos, en los “petlacallis” que eran cajas hechas de cierta especie de cañas y cubiertas con cuero, las cuales eran ligeras y preservaban al mismo tiempo las mercancías de las injurias del sol y del agua.

La conseja popular nos dice que el obispo fray Juan de Zumárraga, sintiendo pena por la dura tarea de los tamemes importó burros de Castilla, durante su segunda llegada a la Nueva España, allá por el año de 1533, los cuales pronto se propagaron por México y otros lugares de América. La especie importada fue la llamada por los biólogos asno doméstico, asno de España o asno de Grecia, todos pertenecientes a la familia de los équidos. En España el burro había convivido con el hombre desde hacía tres mil años.

Fray Juan de Zumárraga fue un religioso franciscano nacido en Vizcaya, un 3 de junio de 1468. Le correspondió ser el primer obispo de la diócesis de la Ciudad de México, cargo que le otorgó el rey Carlos V en 1528. Fundó los colegios de Santa Cruz de Tlatelolco y San Juan de Letrán, creó el Hospital de Amor de Dios e inicio la fundación de la Real y Pontificia Universidad de México. Además, claro, de traer los burros que tanto han servido al campesinado mexicano, y dado lugar a un muy empleado adjetivo.

Parece ser que antes de llegar a la Nueva España, Cristóbal Colón, en su expedición de 1495, llevó consigo cuatro burros machos y dos hembras. Luego entonces, los primeros burros que conoció América se asentaron en la Española o en Cuba. Lo cual en realidad carece de importancia, toda vez que en algún momento llegaron a México para consuelo o quiebra de los tamemes.

 

 

 

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