Nuestros antepasados los mexicas, llamaban tolteca a los artistas del oro y de la plata. Los conocidos como botihojas tenían a su cargo batir, adelgazar y laminar los metales mencionados; los ajustadores eran los artistas creadores de muy diversos objetos de lujo destinados a los nobles y los guerreros de la sociedad azteca. El dios que los protegía recibía el nombre de Xipe Tótec, el Nuestro Señor el Desollado.
Cuando llegaba el día de su fiesta, en el mes de Tozontontli, “pequeña espera”, en un lugar llamado Yopico, se vestía a un hombre, representación del dios, con la piel de un esclavo desollado para tal propósito; le colocaban un quechol de plumas rojas en lo alto de la cabeza, que caía por la espalda como si fuese su cabellera; le adornaban con orejeras y nariguera de oro; en la mano derecha portaba una sonaja y en la izquierda un escudo rodeado de una tira de oro; sus sandalias estaban confeccionadas de fino cuero con incrustaciones de plumas de codorniz; en la espalda se le colocaban tres banderas de papel ritual; su faldilla, elaborada con hojas de zapote, se cubría totalmente con plumas denominadas chiles y espinas de quetzal; el hombre llevaba un collar de oro y se sentaba en un icpalli de madera de zapote.
Para ofrendar al “dios”, se hacían unas tortillas de harina de maíz, las huilocpalli (asiento de paloma); le obsequiaban con manojos de los primeros elotes y de flores recién abiertas. Al tiempo que recibía la ofrenda, el representante de la deidad en la Tierra bailaba continuamente y hacía sonar su sonaja golpeando el palo en el suelo. Después de simular batallas con el dios, lo trasladaban a un sitio llamado Toteco, que significa “en nuestro señor”, donde se encontraba colocada una imagen de Xipe Tótec tallada en piedra.
Al llegar a Toteco, las personas lo agasajaban y lo solicitaban, le ofrecían icpallis de madera para que se sentara, y mazorcas y comida apetitosa de mucha variedad. Pero el “dios” nunca comía nada. A los veinte días de andar vestido con la piel humana, se llevaba a cabo la ceremonia de Ocultación de las Pieles.
A Yopico iban el día de la fiesta dedicada a Xipe Tótec, los enfermos de los ojos para pedirle al Señor Desollado que los curase; a cambio, le hacían votos y le dedicaban ofrendas.
Los artistas del oro y la plata tenían un canto dedicado al dios, cuya letra decía:
La noche de embriaga aquí.
¿Por qué te hacías desdeñoso?
¡Inmólate ya, ropaje de oro revístete!
Mi dios lleva a cuetas esmeraldas de agua;
Por medio del acueducto es su descenso.
Sabino de plumas de quetzal,
Verde serpiente de turquesas
Me ha hecho mercedes.
Que yo me deleite, que yo no perezca:
Yo soy la mata tierna del maíz:
¡Una esmeralda es mi corazón: veré el oro del agua!
Mi vida se refrescará:
El hombre primerizo se robustece
¡Nació el que manda en la guerra!
Mi dios mazorca con la cara en alto,
Sin motivo se azora.
Yo soy la mata tierna del maíz;
Desde tus montañas te vengo a ver, yo tu dios,
Mi vida se refrescara:
El hombre primerizo se robustece:
¡Nació el que manda en la guerra!