Quiénes eran las cihuatlamacazque. En la sociedad mexica a las mujeres que se dedicaban a servir a las deidades en sus templos recibían el nombre de cihuatlamacazque. Palabra proveniente de cihua, mujer,; y de tlamacazque, servidores de los templos. La costumbre tuvo su inicio durante el mandato del Huey Tlatonai de Tenochtitlan de Itzcoatzin (1427-1440)
Las sacerdotisas recibían su educación en instituciones ad hoc, que recibían el nombre de Cihuacalmecac, escuela en donde aprendían religión, astronomía y tejido, entre otras materias más, situada frente al Calmecac destinado de los hombres.
La selección. En cada una de estas escuelas femeninas se recibía a más de cincuenta niñas. Las pequeñas destinadas a esta profesión eran presentadas en el templo por sus madres a los cuarenta días de nacidas. Las progenitoras debían llevar ofrendas tales como incensarios, escobas y copal. Las jovencitas se seleccionaban de los diferentes barrios que integraban la ciudad de Tenochtitlan. Casi siempre debían estar emparentadas con el gran tlatoani o pertenecer a la nobleza, aunque también era posible que aceptasen a jóvenes del pueblo y aun a esclavas obtenidas de lejanas regiones. Una mujer de rango, la cihuacuacuilli recibía tales ofrendas. Cuando la niña se presentaba a la deidad del templo correspondiente, se mencionaban las tareas a las que estaría sujeta. Volvía la infanta a su hogar y cuando cumplía los trece años (algunos cronistas mencionan diez y ocho) retornaba al templo. La recibía el cuacuilli, uno de los sacerdotes de mayor jerarquía, y la mujer de más alta jerarquía que llamaban ichpochtiachacauh. Ya que se le daba la bienvenida a la jovencita, se le colocaba un collar (yacualli) de hilo, símbolo de su permanencia en el cihuacalmecac. Entonces, el cuacuilli decía una oración que empezaba: Señor y dios invisible, cuya luz se esconde entre las sombras de los nueve apartamientos del cielo, causa de todas las cosas, defensor y acaparador del universo. El padre y la madre de esta niña, que es la piedra preciosa que más estiman y la antorcha resplandeciente que ha de alumbrar su casa, te la vienen a ofrecer con humildad de corazón porque es tu hechura y efecto de tus manos para que viva y sirva en este lugar consagrado y casa de penitencia, suplícote dios la recibas en compañía de las otras tus bien disciplinadas y penitentes vírgenes y la favorezcas para que sea de buena vida y alcanzare lo que pidiere.
Asimismo, la ichpuchtiachcauh decía un pequeño discurso en honor de las alumnas. Entrando a la escuela, las niñas se sometían a un corte de pelo especial. La Cuacuacuiltin, o superiora de la escuela llevaba también el pelo cortada según la costumbre de su cargo. De dicha escuela, las jóvenes salían pasado un año, o cuando estuvieran en edad de contraer matrimonio, el día que se consideraba favorable según el Tonalámatl. Algunas de las muchachas rehusaban salir y decidían quedarse para siempre como sacerdotisas. Las maestras del cihuaclamecac tenían diferentes edades: unas eran ancianas y otras mujeres de mediana edad; ambas estaban encargadas de enseñar, vigilar y castigar a las estudiantes religiosas, cuando la ocasión lo ameritaba. Todos los calmecac, tanto de hombres como de mujeres, estaban bajo la tutela del Tepenteuoatzin, sacerdote superior del Templo Mayor de Tenochtitlan.
El mantenimiento. La escuela se mantenía por medio de lo que se obtenía del cultivo de los huertos de los templos; de lo que aportaban los señores importantes de la ciudad. y de los familiares de las jóvenes sacerdotisas que aportaban comida y objetos. Más lo que recibían del repartimiento de los tributos que obtenía el Estado de sus regiones sojuzgadas.
Las tareas y las obligaciones de las cihuatlamacazque. Su principal tarea consistía en cuidar de los templos, omitiendo las escaleras que estaban hasta arriba y los altares, a los cuales no podía acceder ninguna mujer, era territorio absoluto de los sacerdotes. Cuidaban que el incienso, y el copal se mantuvieran siempre preparados, para que el fuego sagrado nunca se extinguiera, siempre debía estar encendido, tarea que realizaban por la noche en tres ocasiones; a más, era deber de las sacerdotisas preparar la comida que se ofrecía a los dioses. la que ellas consumían y la de las autoridades del templo. No solamente las jóvenes cuidaban de los templos dedicados a las deidades femeninas, sino también a los de Tezcatlipoca, Huitzilopochtli y Quetzalcóatl. Asimismo, elaboraban las figuras de los dioses empleando maíz o pasta de bledos; y debían tomar parte de las danzas y los cantos durante las ceremonias religiosas dedicadas a los dioses, a más de acompañar a las personas que tendrían el honor de ser sacrificadas. También estaban encargadas de hilar y tejer la tela de algodón para elaborar la vestimenta de las deidades, los sacerdotes y la que ellas mismas usaban, y las que debían entregar para el comercio a las autoridades de Tenochtitlan.
Estas sacerdotisas comían dos veces al día: por la mañana y por la noche, my frugalmente. El ayuno era obligatorio. Se punzaban las orejas con espinas de maguey para ofrendar la sangre a los dioses pintándose las mejillas con el líquido de sus venas. Una vez realizado tal sacrificio se bañaban en una alberca situada en la misma escuela. Mientras se encontraban en el cihuacalmecac las sacerdotisas no debían tener ningún contacto con los hombres de ningún tipo. Las elegidas dormían en una sala grande. Obviamente les estaba absolutamente prohibido tener relaciones sexuales, y si infringían esta regla el castigo solía ser muy duro para ellas y para los galanes, pues éstos debían morir apaleados o quemados.
Una vez que hubiesen salido si lo deseaban, les estaba permitido contraer matrimonio, previo permiso del sacerdote, a quien los padres de la joven habían obsequiado con tabaco, flores, aves, copal y comida. Si el sacerdote consideraba que las razones para que se casase una sacerdotisa eran válidas, concedía el permiso para que saliese de la escuela.
Fiestas en las que participaban las sacerdotisas. Otra de las tareas de las cihuatlamacazque incluía su participación en varias de las Fiestas dedicadas a los dioses del panteón mexica. La primera era la fiesta que se celebraba en el mes Huey Tozoztli, dedicada a la diosa Chicomecóatl, Siete Serpiente, y diosa de los Mantenimientos. En esta celebración la tarea de las sacerdotisas consistía en llevar ofrendas de elotes al altar, adornados los brazos y las piernas con plumas de color rojo. En la fiesta dedicada a la diosa Huixtocihuatl, Señora de Huixtotlan, y diosa de la sal, efectuada en el mes Tecuilhuitontli, las jóvenes se dedicaban a bailar y a cantar, adornando con flores sus cabezas. En el mes Huey Tecuilhuitl, cuando se festejaba a Xilonen, La Peluda, y diosa del maíz, las sacerdotisas adornaban sus piernas y brazos con las mismas plumas rojas, se pintaban de rojo y amarillo la cara, y le llevaban a la deidad guirnaldas de flor de cempasúchil. Para la fiesta de Xochiquetzal, Flor Preciosa, y diosa del amor y las flores, del mes Tepeilhuitl, las jóvenes hacían compañía a las mujeres de la nobleza que iban a ser sacrificadas, mientras los sacerdotes esparcían semillas de maíz de cuatro colores hacia los rumbos sagrados, semillas que recogía la gente del pueblo para sembrarlas en sus milpas. La última fiesta se dedicaba también a Xochiquetzal, en el mes Quecholli, donde las sacerdotisas acompañaban a las mujeres que serían sacrificadas a la diosa patrona, entre otras cosas, de las ahuianime, las prostitutas.