Las grutas y su ubicación. Las muy famosas Grutas de Cacahuamilpa, cuyo nombre debemos entender como Sembradío de Cacahuates, –palabra náhuatl compuesta por las palabras cacahuatl, cacahuate; milli, cementera y -pan, lugar de, se encuentra al norte del estado de Guerrero, en la famosa Sierra Madre del Sur, en el Sistema Cacahuamilpa, de cerros de calizas cretácicas y lulitas calcáreas del Cretácico Superior. La Gruta de Cacahuamilpa está ubicada en el cerro de la Corona, y comprende una sola sala que pareciera dividida en varias, gracias a las estalactitas y estalactitas que tiene. El general Lázaro Cárdenas la convirtió en parque nacional en el año de 1936.
Un poco de historia. Se dice que algunos grupos de indígenas chontales conocían las grutas en la época anterior a la llegada de los españoles, pues en ellas llevaban a cabo numerosas ceremonias que dedicaban a sus dioses, de las cuales no ha quedado ningún registro. Aun cuando en el siglo XIX, los indígenas de la zona conocían las grutas, no se atrevían a entrar en ellas, pues en la primera estalactita que se ve en la entrada se puede apreciar la figura de un chivo, a la que parece ser consideraban un mal espíritu.
En cierta ocasión, en el año de 1833 un criminal perseguido por las autoridades, se introdujo en las grutas para esconderse hasta que los policías se fueron al no encontrarle. Cuando el bandolero salió de las grutas, se fue a su pueblo, Tetecala, y relató a sus vecinos lo que había descubierto, que era realmente algo fantástico. Entonces empezaron a excursiones dentro de las cuevas. Otra versión nos relata que su descubrimiento fue en el año de 1934, por el mismo bandolero que se llamaba Manuel Sainz de la Peña Miranda, y era un rico vecino del pueblo arriba mencionado. Pero la exactitud de la fecha es lo de menos. Una vez descubiertas las Grutas de Cacahuamilpa, todo el mundo quería visitarlas. En el siglo XIX acudieron a ellas la marquesa Calderón de la Barca, la cual anotó en su famoso libro La vida en México las siguientes palabras: Some day, no doubt, this cave will bécame a show-place, and measures will be taken to render the approach to iit less dangerous; bit, as yet, one of this charms consist in its being unhackneyed. For, long after, its recollection rest upon the mind, like a marble dream. But like Niagara, it cannot be described; perhaps even it is more difficult to give an idea of this underground creation, than of the emperor of cantatas; for there is nothing with which the cave can be compared.
También visitó las Grutas de Cacahuamilpa la emperatriz belga Carlota, esposa de Maximiliano de Habsburgo, de quien se dice que grabó en una pared “Carlota llegó hasta aquí”, según hizo constar ella misma cuando escribió: También visité la hermosa cueva de Cacahuamilpa, una de las maravillas de este continente y puse mi nombre más allá del de Comonfort y de muchos otros, no quisiendo (sic) que el imperio se quedara atrás tampoco allá. Esta inscripción se encuentra en la Sala de las Palmeras. No faltaron las visitas de algunos presidentes, entre ellos Porfirio Díaz y Lerdo de Tejada, a más de científicos, fotógrafos y diplomáticos de la época.
Interesado en las grutas, el diplomático y secretario de la delegación francesa en México Jean-Baptiste Louis Gros (1793-1870), – a quien gustaba mucho practicar la fotografía-decidió llevar a cabo la primera expedición científica, en el año de 1835, cuando se encontraba en México encabezando una misión diplomática. Estos estudios, junto con los realizados por Cecilio Robelo, ayudaron a que las grutas se conocieran internacionalmente. Otros exploradores acudieron a estudiar las grutas; a saber, Mariano Galván (1837), profesores de la Academia de San Carlos (1850), el presidente Ignacio Comonfort (1855), y una expedición de ingenieros: mariano Bárcena, Miguel Iglesias y Gumesindo Mendoza (1879).
En el año de 1896, los estudios de las grutas, su difusión y los numerosos artículos que se publicaron en los periódicos habían logrado acrecentar la fama de las mismas. Con el fin de crear una estructura adecuada para que las personas las pudiesen visitar y los científicos estudiar, se creó la Sociedad Exploradora de las Grutas de Cacahuamilpa. La tal Sociedad colocó luz eléctrica en las salas: doscientas luces de arco y seiscientas incandescentes, un tren interno, y una carretera que iba desde el pueblo de Cacahuamilpa hasta las grutas. Parece ser que los trabajos no se concluyeron satisfactoriamente.
Las salas de las Grutas de Cacahuamilpa. Los nombres de dichas salas han ido variando con el paso del tiempo. Una de las primeras denominaciones de las diez y nueve salas fue la siguiente, en atención a sus características: El Chivo o del Pórtico, De los Confites, Del Beso o de Los Enamorados, La Aurora, La Trompa de Elefante; de El Negrito, de Las Cortinas, de los Tronos, de Los Querubines, de Los Panteones, Plaza de Armas, de El Pedregal del Muerto, Puerto del Aire, de Dante, de La Mujer Dormida, de Los Cirios, de la Pila Bautismal, de las Palmeras, y de la Gloria y el Infierno.
En el año de 1879, Eugenio de Jesús Cañas, realizó una descripción de la primera sala y de las grutas muy interesantes, que recogió durante la expedición que efectuó Mariano Bárcena al cual acompañó. Leámosla: Este primer salón se llama del Chivo; debe su nombre a aquella estalagmita, de cerca de un metro de altura, la primera a la izquierda entrando, que remeda harto imperfectamente la forma de aquel rumiante; hoy está mutilado; antes que los entusiastas turistas llevaran como recuerdo de su excursión fragmentos de él, merecía mejor su nombre. La altura media de veinticinco a treinta metros que tiene la bóveda es la misma que conserva hasta el cuarto salón con algunas alternativas; su ancho varía entre cincuenta y cien metros hasta el mismo cuarto salón.
Perdida en la oscuridad, a la izquierda, y casi al comenzar a subir la falda de esa especie de montaña que divide el primer salón del segundo, la cual está formada de gradas cóncavas que en la estación de lluvias están desbordando agua purísima, hay una grandiosa estalagmita que generalmente pasa desapercibida por los visitantes; alumbradla, pero mucho, porque es muy alta y necesita verse en conjunto; es un monumento espléndido.
Finalicemos nuestra semblanza con el testimonio que dejó Antonio García Cubas en El Libro de mis Recuerdos, donde nos comenta una anécdota ocurrida en la Sala del Muerto: Llama mucho la atención la galería á que se da el nombre de Salón del Muerto. Refiérese que habiéndose internado un viajero en la caverna, sin guías y sin la indispensable cuerda que dirigiera sus pasos á su regreso, preció presa de las mayores angustias, afanándose por encontrar la salida. Consumida la luz de la antorcha y la que se proporcionó quemando sus propios vestidos, ya en medio de las tinieblas, vagaba á la ventura de uno á otro laberinto.