De entre todas las manifestaciones tradicionales que tienen lugar en la Villa de Guadalupe, Distrito Federal, como son danzas, artesanías, música, verbenas, etcétera, hay un elemento evocador, oloroso y sabroso, que no podemos dejar de comprar y comer cuando, devotos o ávidos de diversión, acudimos al santuario del Cerro del Tepeyac. Nos referimos a las famosas “gorditas” de la Villa, pequeñitas, doraditas cual solecitos de cobre envueltos en papel de China multicolor. Solecitos que todos los mexicanos hemos comido al menos una vez en la vida. Estas tortillitas tan deliciosas son nada menos que el símbolo, recreado trescientas sesenta y cinco veces al año, de aquellas ofrendas que se brindaban a Tonatzin en su adoratorio prehispánico. Estas gorditas son las descendientes de aquellas tortillas rituales que los mexicanos antiguos obsequiaban a su dioses durante las celebraciones dedicadas a ellos, en especial a la Tonatzin, Diosa de la Fertilidad, estrechamente ligada al maíz.
Cuando las peregrinaciones de indígenas acudían al templo de dicha deidad, los fieles llevaban con ellos maíz elaborado en muy diversas formas: como espeso y aromático atole, en molido y dulce pinole, como blancas “palomitas” de maíz tostado, en forma de tamales de carne o dulce, y como tortillas delgadas, gruesas, oscuras, con chile molido, untadas de chimolli, hechas con huevos, mezcladas con miel, cocidas al rescoldo o elaboradas con tiernos xilotes.
Con el paso del tiempo las peregrinaciones tomaron un nuevo carácter, ya no se adoró a la diosa Tonatzin, sino a la sincretizada Virgen de Guadalupe, y las tortillas dejaron de ser grandes, para convertirse en pequeñas tortillas, miniaturas de las antiguas, más fáciles de hacer y de cocerse en un comal de metal que se calienta sobre un anafre. El maíz, la materia fundamental, se mantuvo, aun cuando se le agregaron nuevos ingredientes de estirpe hispana: el trigo y la manteca. La función ritual que tenía la ofrenda de tortillas dedicadas a Tonatzin se perdió, y se sustituyó por la función gastronómica de dar gusto al paladar y que nos deja el grato recuerdo del fervoroso paseo a la Villa de Guadalupe.
Fuente de la imagen: aliciaentreespeciasyrecetas.wordpress.com