En nuestro país los sistemas culturales subalternos o populares, revisten características propias según los grupos que los producen. Características que en gran medida se encuentran condicionadas por los sistemas culturales hegemónicos por medio de sus múltiples canales de sujeción. Tales canales actúan sobre las formas creativas de la cultura popular obstaculizando y reprimiendo la solidaridad y la comunicación de las clases subalternas, cuyos códigos simbólicos se encuentran ideológicamente connotados por la cultura dominante. Son “lenguas” enajenadas que producen “discursos” la mayoría de las veces enajenantes, que impiden el óptimo proceso comunicativo impugnador. Los sistemas simbólicos subalternos son muchos y muy variados. Comprenden desde los códigos de cortesía hasta los diferentes hábitos alimenticios, pasando por los sistemas de parentesco y la tradición oral popular o folklore. Es este último aspecto cultural el que nos interesa.
¿Qué es la tradición oral? Precisemos ahora lo que entendemos por tradición oral desde una perspectiva semiótica. Consideramos al folklore como un sistema semiológico formado por un conjunto de géneros o formas de creación literaria oral popular, codificada por medio de signos específicos que llamamos signos lingüísticos o verbales, estructurados según leyes específicas de cada lengua –nivel profundo- y leyes particulares que atañen, específicamente al género folklórico de que se trate –nivel de superficie. Estos signos verbales, en tanto que signos, son portadores, por excelencia, de ideología. Por ende, podemos postular que el folklore comparte la esencia ideológica de cualquier sistema semiótico. A través de su estudio analítico podemos detectar los patrones socioeconómicos que imperan –sincrónicamente- en una sociedad. Así como también nos es posible el estudio diacrónico de los patrones que nos informan de los esquemas ideológicos que se insertan en el folklore. De tal manera que los arquetipos míticos, las diferentes formas de vida, y en general la concepción del mundo penetran en la tradición oral y conforman su contenido ideológico.
Dicha concepción del mundo presente en las formas folklóricas, como dice Antonio Gramsci, es una concepción: … no sólo no elaborada y asistemática ya que el pueblo (es decir el conjunto de las clases subalternas e instrumentales de cada una de las formas de sociedad (…) por definición no puede tener concepciones elaboradas sistemáticas y políticamente organizadas y centralizadas, aun en su contradictorio desarrollo, sino también múltiple; no sólo en el sentido de diverso y yuxtapuesto, sino también en el sentido estratificado de lo más grosero a lo menos grosero, sino debe hablarse de un conglomerado indigesto de fragmentos de todas las concepciones del mundo y de la vida que se han sucedido en la historia, de la mayor parte de las cuales solo en el folklore se encuentran, sobrevivientes, documentos mutilados y contaminados.
Si como hemos dicho el folklore encierra numerosos componentes de la visión de los pueblos, los materiales folklóricos son, o deben ser, de sumo interés para todas las ciencias sociales. Para disciplinas tales como la lingüística, la literatura, la historia, la antropología social y otras, es indispensable el estudio y el auxilio de dichos materiales para mejor comprender la visión del mundo de los grupos subalternos.
En tanto que el folklore es ideología y representa ideología, pude ser un sistema semiótico enajenante, pero también reivindicador, de acuerdo a las funciones que desempeña en las etapas históricas que le dan origen o la resemantizan. Como sistema semiótico que utiliza signos lingüísticos para producir formas textuales, se relaciona con otros sistemas semióticos. Es tarea imprescindible del estudioso encontrar y establecer el tipo de relaciones que guarda con otros sistemas, sean verbales o no, y ante los cuales adquiere, habrá que verificarlo, papel de representante.
Hablemos ahora de la esencia misma de la tradición oral. Diremos ante todo que se trata de una creación literaria sui generis. Su misma división en géneros coincidentes con los literarios, nos permiten situarla como literatura, si bien es cierto que hay géneros propios del folklore que no se presentan en la literatura y viceversa, como es el caso de la novela. Esta coincidencia mayoritaria entre los dos tipos literatura nos permite estudiar al folklore bajo la perspectiva de los nuevos métodos lingüístico-literarios. Derivemos de lo anterior que una de las primordiales y más importantes tareas del folklore es la elaboración de una teoría de la descripción genérica que permita la creación de una tipología de los géneros folklóricos –a través de una metodología literaria y lingüística- con miras al establecimiento científico de leyes propias y generales que se hayan presentes, indudablemente, en la estructura y codificación de los géneros específicos que conforman su campo de estudio. De tal manera que nos es posible afirmar que las formas de la literatura oral como el chiste, el cuento, las adivinanzas, los mitos, etcétera, poseen estructuras de composición discursivas particulares, regidas por leyes específico que no han sido estudiadas y sistematizadas lo suficiente como para poder permitirnos hablar de métodos de trabajo y de rasgos pertinentes en el discurso genérico. Salvo los estudios realizados por la autora en la estructura del chiste y del relato de espantos, ambos estudios desgraciadamente inéditos y en busca de un editor.
Por otra parte, a los estudios estructurales del folklore no pueden aplicárseles métodos y técnicas calcadas de los análisis literarios tradicionales. Es necesario que a la ciencia social del folklore se la revista de métodos y teorías de la semiolingüística, ya que al tratarse de un sistema verbal de carácter oral, se acerca más a la metodología aplicable a la lengua y al habla (en su sentido lingüístico). Por lo tanto el análisis semiolingüístico es la única perspectiva posible desde la cual el estudio folklórico es completo, ya que hablamos de una semiolingüística social, de una sociolingüística y de una sociosemántica, que enriquezcan las posibilidades analíticas que el enfoque meramente literario no puede
agotar. Sobre esta base el estudio del folklore va más allá de los tradicionales métodos de la literatura y la poética.
Características del folklore. Ante todo digamos que el folklore carece de autor, es anónimo. Es una creación popular en la que intervienen muchos co-autores. Cada nueva narración es una creación, una re-creación que modifica, en mayor o menor grado, el relato original; de ahí su carácter plástico. De esta ausencia de autor conocido, derivamos una de las tareas del folklorista: el encontrar cómo nace y cómo surge una forma narrativa, el detectar qué condiciones histórico-sociales la hacen posible. Este continuo movimiento y cambio del folklore debido a su oralidad le confiere una dinámica propia regida por leyes de la transformación en el transcurso de su devenir histórico. A pesar de su gran dinamismo el folklore tiene carácter de ubicabilidad; esto es, aparece en un determinado tiempo y lugar para cumplir un papel activo en la vida de la colectividad, reflejando las condiciones sociales en que surge y adquiriendo así su característica de funcionalidad.
Diremos entonces que la carencia de un autor identificable, el ser una creación popular oral, el estar sujeto a un continuo cambio narrativo, el poseer una condición diacrónica y sincrónica, y el ser ubicable y funcional constituyen las características esenciales del folklore literario.
Una vez ubicado el folklore en los que respecta a su esencia semiótica y en su esencia folklórica, diremos que se trata de una creación literaria oral presente en todos los grupos humanos; esto es, posee carácter universal, creación que situamos –en las sociedades clasistas- como patrimonio cultural de las clases subalternas; condicionada por las condiciones socioeconómicas -a la vez que las refleja- imperantes en una época dada. Por ende, refleja la concepción o concepciones del mundo de los grupos creadores, hecho que nos permite, a través del estudio sistemático y científico, descubrir y analizar las ideologías presentes en dichas concepciones.
Los géneros narrativos del folklore. Formas narrativas en prosa:
Cuento, leyenda, mito, fórmulas mágicas, anécdotas, saga familiar, relatos de espantos, memorata, albures, fórmulas de juegos infantiles, rondas infantiles, chistes, etcétera. Formas narrativas en verso:
Dichos, refranes, proverbios, adivinanzas, poesía, cantares, coplas, etcétera.
Esta clasificación es meramente metodológica y no agota, ni con mucho, toda la realidad del material folklórico. También puede suceder que géneros clasificados como prosísticos, adquieran modalidades versificadas; o bien puede suceder el caso contrario, como en algunas fórmulas mágicas o en las adivinanzas. Pero, grosso modo, sirve para nuestros propósitos.