La Real Casa de Moneda de la Nueva España

En los primeros tiempos de la Colonia los españoles utilizaron para sus transacciones las pocas monedas que llevaban con ellos, pero cuando se les fueron acabando, no tuvieron otro remedio que acostumbrarse a las “monedas” indígenas; es decir a los objetos que se empleaban para las transacciones comerciales: las cuentas de jadeita, el cacao, las mantas de algodón (patolcuachtli), los canutos de plumas de ave rellenos de polvo de oro y las famosas hachuelas de cobre en forma de Tau.

Posteriormente, los conquistadores con el oro y la plata saqueada de las minas, hicieron una moneda a la española con una aleación de oro y cobre, que llamaron pesos de tepuzque (teputztli, cobre), que pesaba lo que un “castellano” español. Se llamaban así, irónicamente, ya que su aleación contenía más cobre que oro, -de ahí prevenga, tal vez, el dicho “enseñó el cobre”- era, pues de baja ley, y cualquiera podía fabricarlos, fraudulentamente por supuesto. Pesaba ocho tomines, o sea 4.6 gramos. El tepuzque fungió como moneda hasta mediados del siglo XVI.

Al virrey don Antonio de Mendoza se debe la fundación de la Real Casa de Moneda de México. Fue establecida por Cédula Real el 11 de mayo de 1535. En un inicio ocupó lo que fueran las Casas Viejas de Moctezuma, que Hernán Cortés había tranquilamente robado al timorato emperador mexica, pero, posteriormente, se construyó un edificio ad hoc junto al Palacio Virreinal, en la Calle de Moneda. Esta Casa fue el primer lugar en toda América donde se empezaron a elaborar monedas.

Las personas que trabajaban en la Casa de Moneda lo hacían por concesión y tenían los oficios de alcalde, alguacil, juez de balanza, escribano, ensayador (quien verificaba la ley de los metales), tallador, y tesorero. Desde el principio se elaboraron reales de a ocho, a los que también se llamaba dólar español, peso duro, peso fuerte o peso de ocho. Se trataba de una moneda de plata que valía ocho reales y que había empezado a acuñarse en 1497 por la Monarquía Católica o Monarquía de España. Por su buena calidad, se usaba plata mexicana, se la empleó en muchos países fuera de la Nueva España, hasta el siglo XIX.

Las primeras monedas de plata que se acuñaron llevaban el nombre Carlos y Juana, obviamente por Carlos I de España y V de Alemania, y por doña Juana I de Castilla, más conocida como Juana La Loca, y madre de Carlos. Las primeras se troquelaron en 1536. Los reyes dijeron: “Y póngase en la parte donde hobiere la devisa las colunas una M latina, para que se conozca que se hizo en México” Lo que devino la ceca mexicana: M con un círculo arriba. En el anverso de esta moneda estaban grabados en latínlos nombres de los dos reyes: “Carolus et Iohana reges”. Las monedas se hicieron a mano, empleando un martillo con las que se las golpeaba, pero están muy bien hechas, parejas y redondas, sin falla. Se hicieron monedas de varias denominaciones 4, 3,2 1 y medio real. La reina decía en el decreto que: (…) los reales sencillos y de dos y tres reales, ha de ser de una parte castilloas y leones con la granada y de la otra parte las dos colinas y entre ellas un retulo que diga PLUS ULTRA, que es la divisa del emperador mi Seños… y en el letrero de toda la dica moneda de plata diga CAROLUS ET IOANNA REGES HISPANIE ETINDIARUM, y lo que desto cupiere, y póngase en la parte donde uviere la devisa de las colunas una M latina que se conozca que se hizo en México.

También se acuñaron monedas de cobre de 4 reales, y los famosos maravadíes que debían usar los indígenas, y que imitaban a la moneda española que utilizada desde el siglo XII durante el reinado de Alfonso VIII. Sin embargo, su uso no duró mucho, pues no fue muy aceptada por los indios. De estas monedas se hicieron dos series: una con caracteres góticos y otra con latinos, con ondas marinas entre las famosas Colunmas de Hércules. En el anverso llevaban el escudo de León, Granada y Castilla. Con la inscripción: “Carlos y Juana reyes de España e Indias; y en el reverso se lee: “Plus Ultra”; o sea, “más alla”.

La macuquina vino a reemplazar a las monedas de Carlos y Juana, ante la necsidad de producir más monedas tan necesarias en el comercio con Oriente y la Nueva España. Estas nuevas monedas no estaban tan bien hechas como las iniciales, eran burdas y toscas, con golpes de martillo irregulares, lo que hacía que su grosor variara. Muchos países que no contaban con una casa de moneda las utilizaron resellándolas. Lo que las convirtió en una divisa general durante tres siglos: desde el reinado de Felipe II hasta el de Felipe V, cuando desaparecieron.

Las monedas carecían de fecha grabada, no fue sino hasta Felipe II que se empezaron a fechar; la más antigua de estas monedas fechadas data de 1607. No fue sino hasta 1679 que se empezaron a acuñar las macuquinas de oro.

En 1732, se empezaron a fabricar unas monedas redondas con un cordón protector alrededor, hechas por medio de la prensa de volante. Surgieron entonces los columnarios de plata que duraron hasta 1773, cuando se reemplazaron por las “monedas de busto”. Su denominación mayor fue el real de a 8, subdividida en cuatro, dos, uno y medio reales. Estas monedas estaban mucho mejor hechas que las informes macuquinas, y no se las podía robar las plata por el cerco que llevaban. En el reverso ostentaban dos globos terráqueos, que representaban el hemisferio occidental y oriental, con una corona encima de ambos; abajo había olas de mar que simbolizaban los mares que separaban a Europa de América; a cada lado de los hemisferio se encontraban las columnas de Hércules y el lema “Plus Ultra” de rigor. En el anverso de la moneda se podía leer “Utraque Unum”; es decir, ambos son uno” aludiendo a la unidad de los territorios. A más, se veía la efigie del rey y la leyenda “D G Hispan et Ind Rex”, o lo que es igual “Por la Gracia de Dios, rey de las Españas y de las Indias”. Los pelucones, también moneda redonda como la anterior, llevaban la efigie del rey con una gran peluca, de ahí su curioso nombre.

Las monedas redondas de busto tenían en al anverso el busto del rey, eran de plata, Sus denominaciones fueron de un cuarto de real de plata, y medio de escudo de oro. Fueron la últimas monedas de la Colonia, pues la llegada del movimiento independentista acuñó sus propias monedas.

 

 

 

 

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