La primera historieta mexicana

¿Qué es lo que causa más mangua?  – La lengua

¿Qué causa en mayor suma?  –La pluma

¿Qué produce más enconos?  – Los monos

Rosa y Federico. Novela ilustrada contemporánea, creada por  José Tomás de Cuéllar (1830-1894), fue la primera historieta mexicana, aparecida en la ciudad de San Luis Potosí en el semanario la Ilustración Potosina. A Tomás de Cuéllar se le conocía con el apodo de Facundo, escritor polifacético que también fue político y diplomático. Estudio en el Colegio de San Gregorio, para después ingresar al Colegio Militar de Chapultepec. Después de la intervención norteamericana, estudio pintura en la Academia de San Carlos. Escribió muchos artículos, poesía y novelas, entre ellas: El pecado del siglo, la linterna mágica, ensalada de pollos e Historia de Chucho el ninfo. En 1869, se fue a vivir a San Luis Potosí, donde se dio a la tarea de publicar el semanario La Ilustración Potosina.

Rosa y Federico constaba de cuatro páginas y cada una de ellas llevaba cuatro dibujos con el texto debajo de los mismos. En esta incipiente historieta se relataba el inicio del romance entre Rosa y Federico, su entrada al ejército, el terrible dolor que el hecho causó en Rosa, el regreso del joven, el noviazgo y la boda de los enamorados, el nacimiento de su hijo, la atroz infidelidad de la mujer con un primo, la desesperación de Federico al enterarse de la traición, y su decisión de quitarse la vida ante tal horror,

Hugo Arturo Cardoso Vargas al analizar esta primera historieta mexicana afirma que: En primer lugar el autor de las litografías de la historia de Rosa y Federico hace uso de líneas estilizadas para dividir cada una de las cuatro estampas que integran una hoja; esto es que el centro de la página es el punto de intersección de dos líneas: una horizontal y la otra vertical, que forman una cruz; en cada uno de sus ángulos se localizan las estampas que narran la historia. Además el mismo trazo rápido y delicado de esas líneas perpendiculares sirven de márgenes interiores entre las ilustraciones; los márgenes exteriores se identifican mediante otras cuatro líneas –dos horizontales y dos verticales– que enmarcan las cuatro ilustraciones de la página. De esto resulta que cada estampa está colocada en un nicho, perfectamente definido. Esta delimitación tipográfica de la imagen permite leerla en sí misma, cuando a la imagen le corresponde un pie donde se «narra», desde una postura de observador externo la historia. Así, una notoria coincidencia entre lo verbal y lo icónico es otra cualidad de esta historia de amor y desamor. Habría que agregar que sólo en la primera página, donde aparece el título. existe un trazo semejante al que rodea a las estampas litografiadas, y que tienen la finalidad de encerrar también en un nicho el nombre del conjunto de imágenes que aparecen enseguida; aunque su trazo horizontal está centrado y sus lados continúan la línea hasta unirse con las horizontales externas. Los elementos del lenguaje icónico son muy interesantes, pero destaca su trazo rápido y económico; hay pocos elementos «escénicos» en cada una de las viñetas. Los personajes casi siempre aparecen de cuerpo completo (en términos del lenguaje cinematográfico: son campos medios) en 13 de las 16 imágenes; y sólo en tres aparecen de medio cuerpo (que no corresponden ni al plano americano ni al de media figura); son de destacar las dos últimas: Federico descubre el engaño y cuando él «una noche se sentó cómodamente con el objeto de volarse la tapa de los sesos», respectivamente. En una sola imagen aparece el personaje en una posición vertical; en cambio las demás son figuras horizontales en general.

A esta interesante historieta siguieron algunas más. Se trataba de historietas cortas como las de Santiago Hernández que publicaba en La Orquesta, las del Ahuizote, donde escribía José María Villasana, o las de Jesús Martínez Carrión en el Colmillo Público. Y no se debe olvidar a una serie de monitos que apareció en 1880, elaborada por la cigarrera “El Buen Tono” que venían dentro las cajetillas de cigarrillos, y que llevaba por nombre Historia de una mujer. Consistió la serie en ciento dos litografías creadas por Eusebio Planas, dibujante catalán.

Unos años después, don José Guadalupe Posada elaboró, en 1902, para la prensa su historieta Don Chepito, un viejo rabo verde, marihuana que siempre se andaba metiendo en problemas de toda índole.

Un año después, el 3 de diciembre apareció la historieta Aventuras de un tourista (sic), creada por Jesús Martínez Carrión, que aparecía en las páginas centrales de El Colmillo Público, y que tenía como personaje central a Perfecto Malaestrella, quien viajaba por todo México con una cobija y observaba las injusticias del régimen porfirista y sufre en carne propia los malos ratos que como trabajador recibió en las plantaciones de Valle Nacional.

 

 

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