Los aztecas afirmaban que provenían de una ciudad denominada Aztlan, “el país del color blanco”, concebido como una isla en medio de un lago rodeado de carrizos y pleno de chinampas, en una de cuyas orillas se levantaba el cerro de Colhuacan, “lugar de los nietos-sobrinos”, provisto de las famosas siete cuevas. Salieron de Aztlán posiblemente en el año 1168, y llegaron por el norte del Valle de México, para establecerse en la orilla occidental del Lago de Texcoco. Otra versión nos cuenta que arribaron, en el año 1256, a un bosque de ahuehuetes en donde brotaba un manantial. Este bosque se llamaba Chapultepec, o “cerro del chapulín”. En este lugar se asentaron y tuvieron que soportar los continuos ataques de otros grupos nahuas llegados con anterioridad. A fin de escapar, se refugiaron en la parte occidental del Lago de Texcoco, en donde fundaron la Ciudad de Tenochtitlan en 1370, y no en 1325, como se ha creído erróneamente.
Durante los primeros tiempos de la colonización de las islas, los aztecas fueron comandados por el gran Tenoch, a quien debió su nombre la ciudad, que viene a significar “el lugar de Tenoch”. Sin embargo, la etimología de la palabra también se presta para que se la pueda interpretar como “el lugar donde el nochtli (nopal), crece sobre la piedra (tetl)”.
El mito sobre la población de Tenochtitlan nos refiere que durante el peregrinaje que tuvieron que padecer los aztecas para asentarse definitivamente, dos de sus sacerdotes descubrieron, en una isla, un manantial de aguas cristalinas, en una de cuyas rocas cercanas se encontraba posada un águila devorando una serpiente (en realidad no se trataba de una serpiente sino de insignias simbólicas en forma de listón), portento que según los sacerdotes, constituía una inequívoca señal de que ahí se debía construir un templo a Huitzilopochtli, “Colibrí Zurdo” y máxima deidad del panteón mexica. Por cierto que ya construido el gran teocalli, aprisionó entre sus muros al mencionado manantial. Desde el punto de vista simbólico, el águila representa al sol y al cielo diurno; y la serpiente al cielo nocturno.
Ya fundada la Ciudad de Tenochtitlan, estuvo en sus inicios gobernada por caudillos, para más adelante dar lugar a una etapa monárquica que fuera conformada por once tlatoanis, o jefes supremos, encabezada, en 1376, por Acamapixtli, y terminada, en 1521, por Cuauhtémoc, último baluarte heroico quien fuera ahorcado y atormentado por el capitán Hernán Cortés en las selvas del Petén, Guatemala, el 28 de febrero de 1525, acusado, injustamente, de conjurar en contra de éste.