Kahuña y los Kahuhanas. Mito Makiritare (Ye’kuana)

 

Los Ye’kuana son un pueblo de navegantes que habita las márgenes de los ríos que desembocan en el Orinoco. A sí mismos se denominan con el vocablo so’to, que significa pueblo o persona. La lengua makiritare, a la que denominan ye’kuana, o “gente de canoa”, se habla en los estados de Amazonas y Bolívar en Venezuela; y en Roraima, Brasil, por cerca de 6,000 (para algunos 10,000) indígenas. Este idioma pertenece a la Familia Caribe.

En un principio existía el Cielo, Kahuña (o Kahúnnya), donde moraban los kahuhana,  seres bondadosos y muy sabios que habitaban en pueblos en sus casas. En ese sitio no existía la muerte ni la guerra, y las enfermedades y los demonios eran desconocidos. En dicho mundo celestial nadie trabajaba ni se molestaba en buscar comida, porque ésta siempre estaba preparada para ser deleitada. Existía la luz, pero se desconocían los vientos y las nubes, porque no los había. Tampoco había animales. Mucho muy arriba del Cielo, estaba Wanadi, el Hijo del Sol, cuyos rayos calientitos llegaban hasta abajo, hasta la Tierra, y ese calor proporcionaba alegría a los seres que nunca morían. No había separación entre el Cielo y la Tierra, y ésta se encontraba vacía porque nadie vivía en ella, pues todos preferían vivir e el Cielo. Tampoco existía la noche.

Shi, el Sol, para engendrar a Wanadi sopló en un wiríki, guijarro celeste. Después volvió a soplar sobre otra piedrecita y nació Núna, La Luna. Wanadi creció junto a Shi en el Cielo. Cuando llegó a la edad adulta vio guijarritos, entre los cuales estaba el que le había dado la vida, se dio cuenta de que eran piedras mágicas, y las metió en una calabaza: así elaboró la primera maraca. Un día se dio cayó en la cuenta de que no tenía madre, lecho que lo afkigió mucho. Decidió crearla soplando sobre un wiriki. Entonces nació Kumariáwa, su madre.

Wanadi tenía una esposa, Kaweshawa, y doce ayudantes, los Wanadi Sottoi. En cierta ocasión, Wanadi con su maravillosa maraca bajó a la Tierra, porque dijo que deseaba hacer hombres que la poblaran. Envió a un damodede, mensajero o enviado de los dioses, que en realidad era el espíritu del dios Sol, a estudiar el terreno. Wanadi con su maraca empezó a hacer magia e inició el proceso de creación. Para que los animales fueran creados creó a Shána, mujer sobrenatural que engendró a los animales silvestres, como los monos, el oso hormiguero, el zorro guache, el picure y otros más; pero estos animales eran diferentes de los de ahora, porque tenían aspecto humano, hablaban y pensaban, sólo que podían cambiarse a forma animal cuando querían. Eran los dueños de la Tierra. Pero un día sobrevino una gran inundación y los animales perdieron su magia y con ella su forma humana. Entonces, el Hijo del Sol, creó a los hombres y a los animales como se les conoce ahora.

El primer   hombre que creó el espíritu del Sol se llamó Seruhe Ianadi, que quiere decir el Inteligente o el Sabio. Con él llegó la sabiduría, los wiriki, la maraka y el tabaco. Fumando y cantando el dios creó a los hombres, las casas, los pueblos y los objetos que servirían a los humanos para su subsistencia. Después de que nació Seruhe Ianadi, cortó el cordón umbilical y enterró la placenta, pero los gusanos de la tierra se comieron y pudrieron la placenta; y de esa placenta podrida, nació una criatura muy fea y muy mala, toda cubierta de pelos cual si fuera un animal, y con una lanza en la mano. Se llamó Kahú (Hahushawa u Odo’sha), quien se convirtió en dueño de la Tierra y quiso arrojar de ella a Wanadi. Por ello la Tierra cambió, se convirtió en un lugar de hambre, enfermedades y guerras. Este ser espantoso es el ancestro de los odoshankomos; es decir, los endemoniados fenómenos terrestres. A los nuevos hombres que nacieron, los enseñó a matar engañándolos, diciéndoles que ese hombre que tenía muchos pescados debía morir para que ellos los tuvieran. Y los hombres mataron y se convirtieron en animales. A causa de Odo’sha ahora los hombres mueren.

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