Frances Erskine Inglis, más conocida como la marquesa Calderón de la Barca escribió un libro en México y sobre México acerca de algunas de las costumbres imperantes en el siglo XIX. Fue, por lo tanto, una importante cronista. Cuando su padre murió en 1830, dejó su natal Escocia y emigró con su madre y sus hermanas, a la ciudad de Boston en los Estados Unidos de Norteamérica, donde conoció a su futuro esposo español, don Ángel Calderón de la Barca y Belgrano, gracias a William H. Prescott, hispanista norteamericano, a quien se deben obras tales como Historia de la conquista de México e Historia de la conquista del Perú, entre otras. La marquesa contrajo matrimonio en 1838, y cambió su formación protestante por el catolicismo de su marido. Dicen los biógrafos de la marquesa que fue una mujer muy culta que hablaba varios idiomas y tocaba el piano a la perfección.
Cuando don Ángel fue nombrado ministro plenipotenciario de España en México, y ya reconocida la independencia mexicana por medio del Tratado de Paz y Amistad, los esposos llegaron en barco desde la ciudad de Nueva York a México donde vivirían cerca de tres años.
Frances siempre mantuvo correspondencia con su familia de Boston. En sus cartas narraba las costumbres del país, para ella muy novedosas, y sus impresiones personales, no solamente de la ciudad capital, sino también de otros lugares que visitó. El resultado fue la publicación de un libro que estaba formado por las cincuenta y cuatro cartas que escribió. Se publicó bajo el título de Life in Mexico During a Residence of Two Years in That Country. Su obra la firmó “Madame C. de la B.”, sin más datos que pudieran identificarla.
Al conocerse en México su obra fue poco comentada por los escritores importantes de la época, y algunos que lo hicieron mostraron abiertamente su rechazo, como fue el caso de Ignacio Manuel Altamirano y Manuel Payno, quienes la consideraban llena de inexactitudes, calumnias, y prejuicios. Payno dijo al respecto que sus cartas eran solamente malas “sátiras” y Altamirano expresó: Después (de Humboldt) casi todos los escritores nos han calumniado, desde Löwerstern y la señora Calderón de la Barca, hasta los escritores y escritoras de la corte de Maximiliano.
En cambio, Justo Sierra O’Reilly, escribió en su diario lo siguiente: “En la primera visita que tuve el honor de hacerle a don Ángel, me presentó a la señora Calderón, su esposa. Madama Calderón me era ya conocida como escritora, pues había leído un libro suyo sobre México, escrito con bastante talento y gracia, si bien algunas de sus opiniones no me parecían muy justas. Madama Calderón me recibió con la cortesía y amabilidad que le son características y hacen agradable su trato social. (…) Muy reciente era su enlace cuando don Ángel fue trasladado a México en su calidad de ministro plenipotenciario y Madama Calderón se hallaba en aptitud de dar algunos tintes subidos al cuadro que se propuso trazar de aquellas impresiones. No sé yo si se habrá arrepentido de ciertos golpes dados en ese cuadro de México; lo que puedo afirmar es que no le gusta mucho que se hagan alusiones a su libro, y evita la ocasión de hablar de él. Madama Calderón pertenece a la comunión episcopal; y aunque la discreción y prudencia de su esposo jamás le permitieron dirigirle sobre esto la más pequeña observación, ni aun cuando don Ángel pasaba por el amargo trance de acompañarla los domingos hasta la puerta de la iglesia protestante, y luego dirigirse él a la católica; con todo la buena señora se convenció sin duda de las verdades católicas, pues poco antes de mi llegada a Washington había aceptado la comunión romana. El señor Calderón de la Barca me refería este suceso con un entusiasmo tan sincero, que hacía mucho honor a su corazón y probaba su verdadero catolicismo. Madame Calderón habla con soltura los principales idiomas modernos; es de una instrucción exquisita, y era el alma de la brillante sociedad que en su casa se reunía.
En su libro, la marquesa habla acerca de su partida desde Nueva York, lo acontecido a bordo del barco llamado Norma, la llegada a la Habana, y del posterior arribo al Puerto de Veracruz a bordo del buque de guerra Jasón. Describe su estancia en la hacienda Manga del Clavo, propiedad de Antonio López de Santa Anna, quien invitó al matrimonio apenas llegaron. Narra, asimismo lo que vivió en Puebla, ciudad obligada en su paso hasta la Ciudad de México.
Una vez asentados en la capital, la condesa, junto con su marido, hizo algunos viajes a lugares tales como el Estado de México, Morelos, Hidalgo y Michoacán; más otros sitios más cercanos a la capital: Coyoacán, Tlalpan, San Ángel y Tacubaya. Los temas que toca en su libro fueron muy variados, desde la condición de las mujeres indígenas, hasta el culto a la Guadalupana, pasando por la desigualdad social del país, el relajo político de la época expresado en el pronunciamiento federalista de Valentín Gómez Farías contra Anastasio Bustamante, y las ocho revoluciones que se habían sucedido desde el Grito de Independencia de Miguel Hidalgo y Costilla. En enero de 1842, Frances y su esposo dejaron México para dirigirse a Madrid.
La primera publicación del libro de la condesa Calderón de la Barca, estuvo a cargo de Manuel Romero de Terreros (1880-1968) escritor, historiador y académico, e hijo de Pedro Romero de Terreros, primer conde de Regla y fundador del Monte de Piedad. El traductor de la obra fue Enrique Martínez Sobral, de la Real Academia Española, el prólogo correspondió a Romero de Terreros. Se editó en dos volúmenes en 1920 en la librería de la viuda de Ch. Bouret. Antes de esta edición en forma, ya habían aparecido partes de la obra traducidas al español.
El 6 de febrero de 1882, Frances Erskine Inglis, murió después de haber recibido por parte del rey de España Alfonso XII el título de Marquesa Calderón de la Barca.