Elche y Ngnechen. Mito mapuche (Mapudungun) 2a. Parte

Al primer hombre que creó Ngnechén lo llamó Hijo, ya que le quiso como a tal. Pero lo lanzó a la Tierra con tanta fuerza que se pegó en la cabeza. Su madre, Kuyén, angustiada por su caída, abrió una ventana en el Cielo por la cual  vigila, desde entonces, el sueño de los hombres. El dios quiso vigilar los pasos de su Hijo y abrió otra ventana, por la cual le es posible calentar a los hombres y darles aliento cada día.

Como el Hijo, al que luego llamó Lituche, El Hombre del Comienzo, se sentía muy solo y no tenía con quién conversar, su padre le envió una mujer muy bonita, formada de una estrella, que cayó cerca del Hijo. Fue la primera mujer wangülen que vivió en el Mapu, se llamaba Domo. Como tenía mucho frío, la mujer se puso a caminar y a cada paso que daba crecía la yerba. Cuando cantó, de su boca salieron mariposas e insectos. Ellos poblaron las llanuras de la Tierra.  Los ngen les dieron frutos a Lituche y Domo para que pudieran vivir en una casa que ellos mismos construyeron, y a la que denominaron Ruka. El hombre y la mujer tuvieron relaciones sexuales cuatro veces y en cada relación engendraron cuatro mellizas. Diez y seis fueron las hijas del primer hombre y la primera mujer, quienes se unieron con los animales más valientes para tener descendientes, que nacieron con apariencia humana, pero sin perder las características del animal con quien se habían apareado. Los hijos y las hijas tuvieron más descendencia;  así se pobló la Tierra. Lituche aprendió a hacer panes con el fruto del pewén, y Domo a hacer hilo  frotando con sus manos la lana de las ovejas, y a teñir los hilos con vegetales que la naturaleza le proporcionaba.

Elche, el dios primario estructuró al universo en una serie de plataformas cuadradas que se superponen unas a otras. Son del mismo tamaño y se crearon siguiendo un orden descendente. Tomó como modelo al recinto más alto; o sea, la plataforma donde viven los otros dioses. Su agrupación conforma los tres planos cósmicos: El Cielo, Wenu Mapu; la Tierra, Nag Mapu; y el Inframundo Miñche Mapu. En el primer plano viven los dioses y los espíritus del bien; en el segundo, “la tierra en que andamos” se encuentran los hombres y la naturaleza; en el tercer plano están las fuerzas del mal y los espíritus malignos.

Así pues, el universo está dividido de acuerdo a dos categorías: Bien y Mal. El Bien, llamado Wenu  Mapu consta de cuatro plataformas: Eli Ñom,  Kela Ñom, Epu Ñom y Kiñe Ñom. El Mal, a su vez, alberga al Ankawenu, Medio Arriba, y a Miñche Mapu Tierra Abajo. Las cuatro plataformas del Bien están ordenas y son simétricas; en ellas viven los dioses, los espíritus buenos y los antepasados. Se oponen a las plataformas del Mal que son oscuras y caóticas; en ellas viven los espíritus maléficos  que se llaman wekufe y los laftrache que son unos enanos. La zona del Bien y  del Mal están en eterno conflicto que se proyecta en la Tierra, Mapu. La Tierra está representada en forma de una naranja, de la cual los seres humanos sólo pueden ver la mitad. La humanidad y los espíritus participan de los dos mundos, lo que mantiene un equilibrio entre el Bien y el Mal.

En la cosmogonía mapuche existen cuatro puntos cardinales, Meli Zuam, son cuatro direcciones que se ordenan a partir del punto cardinal que conocemos como este, lugar donde se localizan los Andes y donde nace el Sol. La plataforma cardinal se denomina Meli Esquina Mapu, que significa Tierra de las Cuatro Esquinas; o Meli Witrán Mapu, Tierra de los Cuatro Lugares. En el este, Puel Mapu, Lugar de los Dioses, están los espíritus buenos, de donde los hombres  obtienen la ayuda divina;  el sur, Willi Mapu, es el Lugar de la Buena Suerte; en el norte, Piku Mapu, se encuentra el Lugar de la Mala Suerte; y en el oeste, llamado Lafkén o Nau Mapu o Minchemapu, es el Lugar de los Espíritus del Mal, en donde moran los espíritus malignos llamados wekufes, quienes se encargan de provocar las enfermedades y la muerte de las personas.

En un tiempo lejano, cuando ya el mundo estaba poblado, existíeron dos serpientes que eran hijas de los dos pillanes más poderosos. Una se llamaba KaiKai y otra Tren Tren, y ambas eran enemigas. Kai Kai fue enviada al mar para cuidarlo y ahí vivía con tranquilidad; y TrenTren a la Tierra, donde vivía en la cumbre de los cerros y su tarea era ayudar a los seres humanos. Un día KaiKai despertó de su sueño y vio el desagradecimiento que los hombres tenían por todo lo que les había dado el mar. Se enojó mucho y con su cola, que tenía en forma de pescado, golpeó el agua tanto tanto que causó un diluvio. El agua se llevó los llanos, los cerros, y a los seres humanos al fondo del mar. Al ver esto, TrenTren, por órdenes de su padre, ayudó a los hombres y los animales, los subió en su lomo y se los llevó a los cerros que habían quedado libres del agua. Muchos mapuches, aterrorizados y con ansias de almar a la serpienete acuosa,  se pusieron pequeños cántaros en la cabeza para protegerse del Sol y del agua, a la vez que  decían: ¡“Kai Kai Kai”! y ¡“Tren Tren Tren”! Por medio de esta plegaria y de otros sacrificios que efectuaron los hombres, el agua se calmó. Los mapuches que no pudieron  salvarse se transformaron en aves; los que se ahogaron se convirtieron en peces. Como el agua seguía subiendo de nivel, Tren Tren les ordenó a los cerros que crecieran. Kai Kai se enojó y peleó con su enemiga hasta que se cansaron. TrenTren venció y la Tierra no se hundió.

Cuando las aguas bajaron, solamente sobrevivieron un anciano, Kuse; una anciana, Fucha; una joven mujer, Lucha; y un hombre joven, Weche. Así los jóvenes empezaron a poblar la Tierra nuevamente.

 

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