De este antiquísimo animal, que ya vivía hace sesenta millones de años en la era cenozoica, se cuenta con setenta y seis especies diferentes en México y Centroamérica. Es el único marsupial de nuestro país que habita las zonas templadas y tropicales. Según Gaspar de Covarrubias en su Relación de las minas de Temazcaltepeque:
Críanse otros animalejos que se dicen tlacuatzin, que significa “comedor” porque come gallinas. Anda por los montes. Tiene a los lados del pecho, unos senos donde tiene seis o siete tetas con que cría a sus hijos. Y cuando siente algún ruido, o que le quieren coger, abre las bolsas que son aquellos senos y, con un chillido que da, acuden los hijuelos y se meten dentro dellas y, con todos, huye. Suele parir de ordinario, cuatro o cinco. Tiene la cola larga y, sacándola, es muy medicinal y se curan algunas enfermedades (dicen ser muy buenas para el mal de madre)…
Pues se le consideraba capaz de adelantar los partos si se tomaba agua preparada con su cola. También se le otorgaban facultades abortivas y curativas de los males de orina. Así pues, se le asocia desde muy antiguo con las diosas madres, el parto, y la maternidad. Sus virtudes curativas son tantas que el conquistador Hernán Cortés le envió algunos tlacuaches al rey Carlos V.
El vocablo tlacuache proviene del náhuatl tlacuatzin, compuesto de tla-, comer, y –tzin, sufijo que denota respeto o pequeñez; erróneamente traducido como “el pequeño que come fuego”. Se trata de un comedor empedernido de maíz. El tlacuache tiene el pelo blanco y largo, con las puntas negras, un hocico en punta, orejas pequeñas redondeadas, cortas patas, y una gran cola que mide cuarenta y cinco centímetros de largo, hecho que le permite colgarse, o atrapar cosas para llevárselas, es un pequeño ladrón. Además, posee una bolsa en el vientre, el marsupio, diseñado para proteger y amamantar a sus crías.
En la tradición oral de los indígenas de nuestro país, y en algunas culturas centroamericanas, Tlacuache aparece como un héroe y como un ser travieso y simpático que suele escapar de los problemas en que se mete por medio de mentiras y astucias. Simboliza la fertilidad, lo cual induce a las mujeres infértiles a comer sopa de cola de tlacuache hervida, a fin de tornarse fértiles. Otros grupos indígenas afirman que Tlacuache es el portador del fuego, a quien los hombres agradecen y veneran por ese maravilloso regalo. Tlacuache siempre está en continua rivalidad con Conejo -y otros animales como el Puma, el Coyote, la Zorra y el Tigre (en su papel prosopopéyico)- quien le hace ver su suerte: se burla de él y le gana en muchas ocasiones, aunque no en todas.
De Tlapacoya, Estado de México, procede una figurilla elaborada en barro hacia el año 1000 a.C. Se la considera como la representación más antigua de este animal. En los códices mesoamericanos aparece Tlacuache como un personaje relacionado con el pulque, la Luna, las encrucijadas, las festividades de Año Nuevo y la decapitación. Se le representa sentado luciendo mantos de bellos colores, sobre taburetes cubiertos con pieles de jaguar.