“Los rupestres por lo general son sencillos, no la hacen mucho de tos con tanto chango y faramalla como acostumbran los no rupestres, pero tienen tanto que proponer con sus guitarras de palo y sus voces acabadas de salir del ron… Son poetas y locochones; rocanroleros y trovadores; simples y elaborados, gustan de la fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano; tocan como carpinteros venusinos y cantan como becerros en un examen final de conservatorio.”

Esta es parte del Manifiesto rupestre de Rockdrigo, uno de los personajes de culto de la música mexicana. Nació en Tampico y anduvo por diversos lugares de la república, fascinándose con todo y tomándolo para escribir canciones. Hizo de la ciudad su propia tierra y la describió, criticó y amó tal vez más que los propios chilangos. Rockdrigo es cultura popular en acción. Lástima que en sus épocas el rock era muy mal visto para expresar lo mexicano (cosa que todavía le pasa al jazz) y que en sus épocas no hubo FONCA que le fomentara sus malas mañas. En su momento no hubo gloria. Pero esperamos que al menos haya tenido alguna visión de su futuro, ya muerto, viajando en su Máquina del tiempo y haya perdonado a nuestra terrible y Vieja ciudad de hierro.
No tenía una voz privilegiada ni tampoco equipo electrónico. Tenía una guitarra acústica y un talento formidable. Es un ejemplo del rockanrolero puro: el que salió del blues y del rhythm & blues. Con su guitarrra acústica y su armónica pareciera un blusero del Mississipi, en español y chilango.
Para José Agustín, Rockdrigo “ha logrado … hacer que el español suene perfecto, deveras natural, en el rocanrol”. A estas alturas de la vida ya nadie duda que se pueda componer rock en español o samba en francés o salsa en inglés o reggae en ese extraño dialecto que se habla en España. Pero con Rockdrigo estamos en el pasado, cuando todavía la propia Betsy Pecanins declaraba que nunca cantaría blues en español porque sonaba mal.
Ahora Rockdrigo ha sido estudiado, valorado y algunos estudiantes de la UAM hicieron un cortometraje de su vida y obra como parte de su tesis. Muchos intelectuales han hablado de su trabajo y se le ha llamado cronista urbano, Chava Flores del rock, el mero papá del rock mexicano… Sobre Rockdrigo hace poco Modesto López, de Discos Pentagrama, escribió un libro publicado por CONACULTA y que, claro, está agotado.
Muchas de sus grabaciones fueron lhechas en su casa, con su grabadora y su guitarra, demos que más adelante han sido puestos hasta en disco compacto en unas ediciones destinadas a recabar dinero para su hija. Gracias a todos los dioses, sigue siendo un rupestre.
Para sorpresa de muchos, llegó a participar en esas aburridísimas sesiones de Siempre en Domingo, con su canción El feo (pero el mismo Jaime López llegó a presentar ahí A la orilla de la carretera), pero no se vendió. En alguna de sus canciones, Rockdrigo habla acerca del medio, de componer cancioncitas de amor triviales para sobrevivir, de la dificultad constante de no tener dinero y buscar trabajo para poder mantener a la verdad de una vida: la vocación.
Desde su muerte él nos sigue poniendo un espejo enfrente con Los intelectuales y nos ha hecho reír con el Asalto chido, nos ha hecho sentir tristes con Perro en el periférico y nos ha horrorizado con sus Aventuras en el Distrito Federal. Hemos compartido abandonos y desamores con Distante instante y Solares baldíos, y consideramos que es el autor de una de las mejores canciones de amor: ¡Oh, yo no sé!
A los que amamos a Rockdrigo nos gusta decir la cruel broma de que murió de un pasón de cemento. Espero de todo corazón que él nos perdone esta muy mexicana afición de reírnos de la muerte aun si ésta llega con el terremoto del 85. Ni siquiera nos atrevemos a pensar en él así, muriendo. Es imposible. Pero desde su cuerpo en un departamento de la Condesa nació, poco a poco, su leyenda.
Una última cita de José Agustín: “Con Rodrigo González tenemos ya, de entrada, un rock más complejo, crítico, inteligente y muy mexicano”.