Hace ya algunos años, unos investigadores del Canal 5 de la televisión japonesa acudieron a mí con una petición bastante curiosa: deseaban saber cómo era y de qué había sido elaborado el primer pan que Cristóbal Colón comió en suelo americano. El objetivo era la filmación de un programa en el que se hiciese dicho pan y se trasmitiera en el Japón, como parte de los festejos de los quinientos años del descubrimiento de América.
Se me pedía que yo realizara la investigación pertinente que hiciese posible tal objetivo. Siendo investigadora por convicción y adoradora del pan de corazón, me fue imposible rehusar el reto que tal proposición encerraba y dije inmediatamente que sí, que yo también quería saber cómo fue tan histórico pan.
Procediendo con método, lo primero que debía saber era con cuales indicios contaba para suponer que el Almirante comió un pan cuando llegó a nuestro Continente. A mi pregunta los japoneses me respondieron que en su Diario Colón constataba que, al llegar a las Antillas, los indios le habían obsequiado con un delicioso pan, ligeramente endulzado, que él comió no sin un poco de aprehensión.
Aparte de este dato, ya de por sí bastante insuficiente, no había nada más al respecto, salvo mis inmensas ganas de hacer las averiguaciones necesarias.
Empecé por regresar a los días de la escuela primaria, a aquellos tiempos en que mi maestro, un catedrático madrileño exiliado, enojón y concienzudo de nombre Pedro Pareja, nos explicaba con infinita paciencia, que a veces se volvía finita y las tizas volaban sobre nuestras cabezas, quién había sido Colón y cómo, después de muchos trabajos y pesares, había conseguido la ayuda de los Reyes católicos para llevar a cabo su empresa y su ambición.
UNA SEMBLANZA DE CHRISTÓFORO COLUMBUS.
Según refiere Fray Bartolomé de las Casas en sus crónicas, Colón “Fue de alto cuerpo, más que mediano, el rostro luengo y autorizado, la nariz aguileña, los ojos garzos, la tez blanca, que tiraba a rojo encendido, la barba y cabellos rubios, puesto que muy presto con los trabajos se le tornaron canos. Era gracioso y alegre, bien hablado y elocuente y glorioso en sus negocios. Era grave en moderación, con los extraños afable, con los de su casa suave y placentero. Su discreta conversación podía provocar en los que le viesen fácilmente su amor. Finalmente representaba en su aspecto venerable persona de gran estado y autoridad, digna de toda reverencia. Era sobrio y moderado en el comer, beber, vestir y calzar, En las cosa de la religión cristiana sin duda era católico y de mucha devoción”.
Estas buenas palabras se desdicen por el mismo Las Casas en otros textos en que lo describe violento, prepotente y amargado. Salvador de Madariaga, estupendo escritor español, le otorga a Colón un carácter contradictorio que va del orgullo a la casi humildad, de la terquedad a la flexibilidad y de la violencia a la paz.
Hasta hace poco tiempo no se sabía con certeza el año de nacimiento de Cristóbal Colón. Algunos investigadores daban como fecha 1446; otros la retrocedían hasta 1436, es decir diez años antes. Sin embargo uno de los más destacados y concienzudos biógrafos, don Carlos Pereyra, afirma que el verdadero año de su venida al mundo corresponde a 1451. Por el contrario, no existe ninguna duda acerca de su muerte acaecida en la Ciudad de Valladolid, España, un 20 de mayo del año de gracia de 1506.
En relación al lugar donde nació, también se han manejado varias opiniones: que si nació en Córcega, Italia; que si nació en la Provincia de Pontevedra, España; en fin, mucha tinta ha corrido a respecto. Sin embargo, es un hecho confirmado que nació en Génova, Italia, aunque no se sabe en qué ciudad o poblado.
El padre de Colón se llamaba Domenico Colombo y era hijo de Giovanni Colombo. Domenico casóse con Susana Fontanarrosa, oriunda de Quezzi, Génova. Era cardador de lana y tabernero en Sabona. El matrimonio contaba con cinco hijos: Cristóforo, Giovanni, Bartolomeo, Giacomo y una mujer, cuyo nombre no registró la historia.
Cristóbal no hizo ninguna clase de estudios universitarios, lo que no le impidió conocer, más o menos, la lengua latina, tan indispensable en aquellos tiempos. En el transcurso de su vida y de sus viajes, tomó contacto con gente de saber, lo cual le ayudó en su formación intelectual. Su aplicación en los estudios autodidactas, le llevó al conocimiento de materias tales como la geografía, la geometría, la cosmografía, la astronomía y el arte de la navegación, que aunado a sus continuos viajes por los océanos, le hicieron un aceptable marino, aun cuando nunca un experto como muchos afirman. Pero destacaba en el dibujo de las cartas geográficas que le enseñara su suegro, el capitán Bartolomé Perestrello, dueño de una fabulosa colección que le heredaría una vez muerto.
Ya casado con Felipa Muñiz Perestrello, Cristóbal decidió establecerse en Porto Santo, isla situada al norte de Madera. Fue en este sitio que Colón concibió la idea de llegar a Catay (China), Cipango (Japón) y la India, navegando hacia el occidente, pues suponía que si la tierra era redonda, la punta orienta de Asia debía dirigirse directamente hacia Portugal y para llegar a ella, sólo había que cruzar el mar tenebroso o de los Sargazos que se encontraba más allá de las Columnas de Hércules que conocemos como el Estrecho de Gibraltar.
En 1483, a raíz de la muerte de su esposa, Colón partió para Portugal, acompañado de su hijo Diego, a exponer al rey don Juan II su proyecto marítimo. Rechazado éste, decidió encaminarse hacia España.
Llegó a la provincia de Andalucía en 1484 y sus andanzas se pierden hasta el año de 1486, en el que se encuentra sirviendo a los Reyes Católicos Fernando e Isabel. Es en esta época que Alonso Quintanilla, Tesorero de la Reina, y Fernando de Talavera, confesor de la misma, se interesaron por los planes de Colón. Dispuestos a poyarlo sometieron el proyecto a una junta de sabios en Salamanca. La junta decidió aplazarlo, dadas las circunstancias históricas que vivía España, pues en ese año de 1486, dio inicio la campaña de Málaga contra los invasores moros.
Después de muchas vicisitudes y altibajos para lograr el patrocinio y financiamiento de Fernando e Isabel, los reyes aceptaron el proyecto, pues el 12 de enero de 1492, los moros perdieron Granada, su último reducto en España, y los soberanos quedaron libres de preocupaciones para iniciar la empresa de las Indias.
Así las circunstancias, Colón partió del Puerto de Palos en la mañana del 3 de agosto de 1492. Tres pequeñas carabelas fueron despedidas por los frailes del Convento de la Rábida, donde habitara Colón por un tiempo, y muchos habitantes de Moguer y de Huelva. La Niña iba comandada por Vicente Yáñez Pinzón, La Santa María por el Almirante, y la Pinta por Martín Alonso Pinzón. Se iniciaba la gran aventura que cambiaría la historia del mundo americano y daría inicio al sometimiento cultural.