Dedicado a Oscar F, Iglesias Madariaga, que hacía poemas y amaba el modernismo.
El Duque Job nació el 22 de diciembre de 1859, en la Ciudad de México, en el seno de una familia perteneciente a la clase media. No tuvo una larga vida, pues murió a los treinta y cinco años de edad. Desde muy pequeño, cuando solamente contaba con trece años, empezó a escribir, y siguió haciéndolo durante toda su corta vida. Escribía poesía, crónicas literarias y sociales, relatos de viajes y otros dedicados a los niños. Sus cuentos quedaron plasmados en una obra titulada Cuentos Frágiles, que se editó en 1883, y que fuera la única que pudo ver en letra de imprenta.
Participó como fundador en la publicación modernista llamada Revista Azul, que salió semanalmente durante un corto período de dos años, y en la que participaban destacados autores de la escuela del modernismo, y que se convirtiera en el paladín del movimiento modernista en toda la América Latina. Se publicaba como suplemento dominical del periódico El Liberal, cuyo nombre se supone inspirado en el libro Azul del poeta nicaragüense Rubén Darío, o tal vez en la revista francesa Revue Bleue. Ahí empezó a usar el Duque Job el pseudónimo que le haría famoso. Su socio Carlos Díaz Dufoo, empleaba el alias de Petit Bleu. La Revista Azul contó con muchísimos colaboradores en sus escasos dos años de existencia, entre ellos podemos mencionar a Rubén Darío, José Santos Chocano, José Martí, José Juan Tablada, Salvador Díaz Mirón, Amado Nero, y Francisco de Icaza, para nombrar sólo algunos. Debemos señalar que el Duque Job que admiraba mucho a José Martí, y cuando leyó la publicación La Edad de oro, no pudo menos que escribir una reseña en El Partido Liberal, de la cual reproducimos una parte:
La Edad de Oro es muy buena, no es una criada vieja, salvadora de cuentos de hechicería, porque no es la escuela dura ni el recreo inútil, sino la madre cariñosa que habla tan bonito como mamá habla y también como papá sabe hablar. “La Edad de Oro”, es muy buena porque enseña fuera de la escuela y lo que no enseñan en la escuela, porque cuenta cuentos tan hechiceros, como los de brujas, y que sin embargo, son verdades y porque enseña, en fin, no de repente, no de un golpe, sino poco a poco, como se les da el alimento a los niños y todo en forma asequible a sus inteligencias, todo como jugando y junto a la verdad que parece cuento, el cuento que es historia, el verso que es filosofía. ¡Todo sano y todo bello y todo claro! ¡Así quisiéramos los hombres que nos enseñaran muchas cosas que no sabemos! ¡Así me ha enseñado “La Edad de Oro”, muchas cosas que ignoraba! Porque en todo hombre hay un niño que pregunta y en todo hombre habla La Edad de Oro como a un niño y por eso lo enseña.
El Duque Job utilizó otros pseudónimos: Omega, Mr. Can Can, Puck, Junius, El Cura de Jalatlaco, etcétera, con los que firmaba distintas versiones de sus escritos. Su obra tiende a lo afrancesado y al clasicismo, como era frecuente en esa época entre los intelectuales y los artistas de México. Algunos estudiosos de sus escritos aseguran que recibió influencias de Flaubert, Musset, Baudelaire y Gautier, todos ellos escritores franceses.
Al Duque Job su madre le obligó a estudiar en el seminario, lo cual no iba para nada con su pensamiento positivista, pero este hecho le permitió acercarse a los místicos y a los escritores del Siglo de Oro españoles. Además de haber fundado la Revista Azul, el Duque Job había escrito en numerosos periódicos de la época, valgan estos ejemplos: El Universal, El Cronista Mexicano, La Libertad y El Federalista.
El Duque Job estuvo muy enamorado, pero no por mucho tiempo, de una jocven llamada Marie, conocida para la posteridad como la Duquesita Job, a quien en su excelente poema retrata a la perfección. Sabemos pues, que la duquesita era de carácter humilde, nada presumida ni falsa; no era vulgar ni coqueta, no iba a la peleas de gallo donde acudían los nuevos ricos vulgares; lo amaba, más que eso, lo adoraba, no solía bailar los ritmos modernos; no acudía a las carreras de caballos; ni era libertina; era rubia y de ojos verdes; la vestían modistas modestas; no usaba alhajas; era honesta, aunque algo coqueta; usaba tacones que repicaban en las aceras de Plateros; tenía los labios rojos naturales; era esbelta y de breve cintura; piel blanca; ojos pizpiretos; olía siempre a perfume; de largo pelo rizado; y perezosa los días domingo cuando se quedaba en casa remoloneando; y, en definitiva era muy bella y graciosa, toda una griseta.
Pero a pesar de tantas cualidades, un mal día el Duque Job se cansó de ella y la abandonó. La joven quedó muy deprimida e intentó suicidarse: disolvió muchos cerillos en una taza de té, pero el intento falló y Marie no murió. Poco después, el Duque se casó con Cecilia Maillefert, y tuvieron varios hijos. Entre ellos una niña a la que José Martí escribió el poema Clavellín de Nieve.
De los amores frustrados con la Duquesita, solo quedó el celebérrimo poema La Duquesa Job, escrito en 1884, y del que reproducimos un fragmento escrito en versos decasílabos y en quintetos:
En dulce charla de sobremesa, / mientras devoro fresa tras fresa,/ y abajo ronca tu perro Bob, / te haré el retrato de la duquesa / que adora a veces el duque Job.
No es la condesa de Villasana / caricatura, ni la poblana / de enagua roja, que pietro amó; / ni la que sueña con los gomosos / y con los gallos de Micoló.
Mi duquesita, la que me adora, / no tiene humos de gran señora: / es la griseta de Paul de Kock. / No baila Boston, y desconoce / de las carreras el alto goce / y los placeres del five o’clock…
Desde las puertas de la Sorpresa / hasta la esquina del Jockey Club, / no hay española, yanqui o francesa, / ni más bonita ni más traviesa / que la duquesa del duque Job…
Este magnífico escritor murió a causa de una operación quirúrgica que puso fin a su talento creativo, un 3 de febrero de 1895. Su nombre verdadero fue Manuel Demetrio Francisco de Paula de la Santísima Trinidad Guadalupe Ignacio Antonio Miguel Joaquín Gutiérrez Nájera.