En las sociedades occidentales la escarificación efectuada por medio de un fierro calentado al rojo vivo se le conoce como “herrar”, se trata del llamado branding, “marca”, empleada, la más de las veces, para identificar a las prostitutas, los criminales y los esclavos. Así por ejemplo, a los esclavos indios los españoles les marcaban el cuerpo y la cara. A tal procedimiento le llamaban “carimbo”. Se realizaba con el propósito de garantizar la legalidad del esclavo en tanto que “mercancía”, como quedó asentado en la Real Provisión emitida el 25 de julio de 1511, y que a la letra dice:
…a causa que los indios que se traen a la isla Española de las otras islas comarcanas, no están, ni andan, señalados, para que se conozcan cuáles son e dónde e cuyos en la dicha Isla hay, y se espera haber algunas diferencias, e así mismo los dichos indios se van e ausentan, e por causa de no ir señalados no se pueden haber, ni conocer.
Este propósito fue enviado a Diego Colón, hijo y sucesor de Cristóbal Colón, para que castigase a los indios que se habían rebelado en La Española; además, de esta manera se pretendía identificar a otros indios esclavos que se llevaban a la isla para conocer su número exacto y para poder localizarlos cuando escapaban. Para ello, se les ponía una marca en la pierna. A los indios lucayos, moradores de la isla llamada San Salvador también descubierta por Colón, se les marcaban las piernas, y a los naborías tainos en los muslos.
Cuando aconteció la conquista de México, por Cédula Real firmada en Granada el 9 de noviembre de 1526, se herraron a todos los esclavos que tenían los encomenderos a su servicio, y aun a aquéllos que no eran esclavos, sino indios libres que los caciques indígenas enviaban al encomendero para quedar bien con él o como respuesta a su específica petición, so pena de recibir fuertes castigos, y aun la muerte, si desobedecían. El Consejo de Indias ante esta situación, pidió al emperador Carlos V que promulgara otra Cédula Real en la que se prohibiera el herraje en los indios libres. Así se hizo, y el 9 de noviembre de 1526 el emperador decretó que: … mandamos que agora, ni de aquí adelante, no consintáis, ni déis lugar que alguna, ni algunas personas, de ningún estado, calidad y condición que sean, puedan tener por esclavo a ningún indio libre natural de esa tierra, ni lo herrar por tal.
Los oficiales reales fueron los encargados de herrar a los indios en presencia del Gobernador, ya que no cualquier poseedor de esclavos tenía permitido efectuar el herraje.
El investigador Manuel Lucena Salmoral, catedrático de la Universidad de Alcalá, nos dicen en su libro El carimbo de los indios esclavos:
El “carimbo indígena fue como el de los negros una marca a fuego sobre la piel (en el rostro o en las piernas) para identificar “legalmente” la condición de esclavo de quien lo llevaba y facilitar su recuperación en caso de huída. La corona trato de frenar el abuso de carimbar a indios que no eran legalmente esclavos ordenando hacerlo ante los oficiales reales y cuando se cobraba el quinto o 20% del valor del esclavo para el monarca. El carimbo indio subsistió hasta el siglo XVII y se practicó prolijamente con los araucanos. Debió desaparecer después de 1674.
Carimbas se denominaba a los fierros con que se marcaba a los indios esclavos y a los negros que habían secuestrados los europeos de África para venderlos como esclavos. En un principio se hicieron de hierro, y más adelante los hubo incluso de plata. Las autoridades las guardaban bajo doble llave en los edificios gubernamentales. El cronista Diego de Guzmán escribe en su Historia de las Indias de Nueva España:
Y así era en todos los demás pueblos —según entiendo— porque, como los españoles andaban unos por acá y otros por acullá en la conquista, sujetando y pacificando la tierra, en sujetando un pueblo, luego le pedían al Marqués de merced y se lo daban en encomienda. De donde, iuste, vel iniuste (sic), sacaban muchos indios e indias y niñas, y los herraban en las caras y los llevaban a vender por esclavos para minas y otros servicios personales, y aun cargaban navíos de ellos para fuera de la Nueva España.
De más está decir que esta salvaje práctica, incalificable desde todo punto de vista, se realizó en todo el territorio de América en la piel de negros e indígenas, algunos de los cuales llegaron a tener el rostro completamente herrado.