Don Francisco Hernández de Toledo, también conocido como Francisco Hernández de Boncalo, nació en alguna fecha comprendida entre los años de 1514 y 1517, en la Puebla de Montalbán, perteneciente a Toledo, en España. Realizó estudios de medicina en la Universidad de Alcalá de Henares, de otra manera llamada Universidad Complutense, fundada por el famoso Cardenal Cisneros, tercer inquisidor general del reino de Castilla. A más de formarse como ornitólogo, Hernández hizo estudios de biología, para después ejercer su profesión médica en Toledo y Sevilla. En 1565, fue nombrado médico de la corte por sus firmes y amplios conocimientos.
Al poco tiempo, Felipe II le nombró director de la expedición científica que debía desarrollarse en territorio americano, en especial en la Nueva España, y a la que se nombró Comisión de Francisco Hernández a Nueva España, nombrándolo el rey “protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firma del mar Océano” bello título al que se agregaron sesenta mil ducados para el viaje.
Hernández llegó a tierras veracruzanas el año de 1572, y pasado algún tiempo se dedicaba a llevar a cabo sus estudios biológicos y médicos, junto con los integrantes de la comisión: pintores, botánicos y un geógrafo, más algunos médicos indígenas. Irving A. Leonard nos dice al respecto: Este culto cabellarlo empleó seis años en su labor científica, viajando continuamente y pasando grandes penalidades en sus búsquedas de material para hacer la historia natural del reino… a pesar de su exigua paga y de la urgencia que había de sus servicios médicos,… despreció cuantiosas ganancias y los honores que le hubiese proporcionado el ejercicio profesional… En el año de 1576 estaba completando ya diez y seis volúmenes de texto y dibujos sobre plantas y animales, y sobre los muchos experimentos que había llevado a cabo en los hospitales locales… Desgraciadamente solo se publicaron unos cuantos extractos de este valioso trabajo, en el cual el doctor Hernández invirtió tanto tiempo dinero y salud.
Veamos ahora dos ejemplos de su obra Historia de las Plantas que se encuentran en el Libro Primero:
Es el APITZALPATLI una hierba de cinco palmos de largo, de raíz ramificada, hojas como de menta, flor amarillo rojiza, semillas como de malva, sabor casi nulo y naturaleza fría y salivosa. Debido a esto, las semillas o las hojas machacadas y tomadas en dosis de una onza con vino de metl o algún otro líquido astringente, contiene el flujo de vientre u otro cualquiera, de donde le viene el nombre. Se dice que en la misma dosis fortalecen el estómago y curan el empacho. Nace en los campos fríos de Yalhualiuhcan, o bien en las cimas áridas o desprovistas de vegetación.
Apitzalpahtli; de apitzalli, diarrea, y pahtli, remedio. Remedio de la diarrea.
Otro:
El QUAUHIZQUIZTLI, que algunos llaman tepopotli o escobas y otros huitzpatli, tiene raíz como de rábano, ramificada, de donde nacen muchas ramas delgadas, cilíndricas y leñosas, frágiles y llenas de hojas alargadas, angostas, aserradas y algo parecidas a las de camedrio. Se utiliza la raíz, que es acre, un poco amarga y quema la garganta. Es caliente y seca en tercer grado casi, y tiene partes sutiles. El cocimiento de las hojas, agregándole corta de nantzin y de quauhpatli, se administra en baño, según costumbre de estos indios, a las que han dado a luz recientemente; se administra solo, introducido, a los que sufren suspensión de la orina con estreñimiento del vientre; alivia de un modo notable a los que tienen dolor de oídos o enfermedad de los dientes, instilado en la nariz provoca estornudos y evacua la mucosidad; machacadas las hojas y aplicadas en la cabeza a los que han perdido el cabello, lo hacen renacer, y curan las picaduras de animales venenosos. Nace en lugares cálidos o frós, en las colinas y en los valles. Los patzcuarenses lo llaman caratacua y dicen que su cocimiento introducido limpia el vientre y quita la flatulencia.
Quauhizquiztli: de cuauh (tla), arboleda, bosque, izquiztli, escoba pequeña, escobilla.