Catalina, una poetisa de la Época Colonial de México es, y seguirá siendo por siempre un misterio para los estudiosos de las letras mexicanas. No se conoce casi nada de su vida. Tan solo se sabe que nació en la Nueva España y fue sobrina de Fernán González de Eslava, dramaturgo y poeta español, que de Toledo pasó a residir en México y se hizo famoso por sus Coloquios Espirituales y Sacramentales y Canciones Divinas.
Qué hacia Catalina, cómo era, qué pensaba, nunca lo sabremos, pues de ella solamente a llegado a nosotros un poema. Sabemos, sí, que vivió por el siglo XVI, pero gracias a su soneto laudatorio al itálico modo, pasó a ser la primera de las poetisas de la Nueva España, y así se la conocerá para siempre. Pero su importancia la tuvo, ya que ahora podemos leer el único poema que nos ha llegado, que sin duda alguna formó parte de algunos otros, que estamos seguros se perdieron en los vericuetos del tiempo y de la historia, máxime en aquellos tiempos en que la mujer que escribía estaba sancionada por la sociedad de la época, sino pensemos en el caso de Sor Juana Inés de la Cruz, y sus dificultades para expresar su vocación. Leamos ahora a doña Catalina:
SONETO
A su tío Fernán González de Esla en la publicación de los Coloquios Espirituales y Sacramentales.
El sagrado laurel ciña tu frente.
La hiedra, el arrabián, trébol y oliva,
Porque (aunque muerto estás) tu fama viva,
Y se pueda extender de gente en gente.
El tiempo la conserve, pues consiente
Que el levantado verso suba arriba,
Y en laminas de oro el nombre escriba
Del quien no tiene igual de Ocaso á Oriente.
En el carro de Apolo te den gloria,
Digo de aquel Apolo soberano
A quien con tanto amor tan bien serviste:
Y pues él hace eterna la memoria,
Con que muevas mi pluma con tu mano
La gloria alcanzarás que acá nos diste.