Qué es el hule. Se trata de un polímero natural, como la madera, las fibras vegetales, el cuero, la lana y la seda, que se extrae de la savia de algunas plantas. Sus moléculas forman cadenas de monómeros de diferentes formas que le prestan elasticidad. En la época prehispánica, en México a esta gomorresina se la llamaba ulli, y se obtenía de la corteza del árbol conocido como ulcuáhuitl, palabra náhuatl compuesta de ulli, hule; y cuáhuitl, árbol; y de otro árbol llamado guayule. Al describir el árbol del hule, Francisco Javier Clavijero (1731-1787) nos dice en su obra Historia antigua de México: La resina plástica, llamada por los españoles del país, hule, sale del olquahuitl, árbol elevado de tronco liso y amarillento, Sus hojas son grandes, las flores blancas y el fruto amarillo, redondo, anguloso. Dentro se encuentran unas almendras del tamaño de las avellanas, pero cubiertas de una película amarilla… El hule cuando sale del árbol, es blanco, líquido y viscoso, después amarillento y finalmente toma un color de plomo negruzco que conserva siempre. Agrega que la sustancia se moldeaba, que era sumamente elástica y que los mexicanos la empleaban para hacer pelotas, para impermeabilizar sombreros y zapatos, y su aceite se utilizaba para curar.
En cuanto al guayule, se trata de un arbusto de un metro de altura, con ramas cubiertas con hilos plateados. Se le encuentra en el norte del país (San Luis Potosí, Durango, Coahuila, Chihuahua y Zacatecas). Este arbusto también fue conocido en tiempos prehispánicos para hacer pelotas para el fuego ceremonial del Tlachtli.
El hule de los olmecas. Hace ya tres mil seiscientos años el hule era conocido por los olmecas, quienes forjaron una civilización en Veracruz y Tabasco de las más interesantes de Mesoamérica, y cuyo origen es aún desconocido. Por algo la palabra “olmeca” significa “habitante de la región del hule”, aun cuando ellos mismos se autodenominaban con otro gentilicio igualmente desconocido. El esplendor de la cultura olmeca tuvo lugar desde 1500 hasta el 900 a.C. Poco a poco su influencia cultural se fue extendiendo hacia otras zonas como el Valle de México, Oaxaca y Guerrero.
Los olmecas inventaron el sistema de numeración vigesimal, fueron grandes astrónomos que dieron vida al calendario de tres cientos sesenta y cinco días; además de estudiar diversos fenómenos naturales como los movimientos de la Luna y los eclipses. A más de ser magníficos escultores, descubrieron la manera de fabricar hule, el cual obtenían mezclando la savia de los árboles con el jugo que produce la enredadera llamada Ipomea Alba, liana perenne herbácea, de hojas enteras o trilobuladas y flores blancas y rosadas; cuyo azufre servía para vulcanizar el caucho obtenido, y obtener un látex resistente. Con el hule que fabricaban, los olmecas impermeabilizaban y elaboraban las pelotas que empleaban en el sagrado juego ulama. Asimismo, en la cultura olmeca el hule se empleó en las ceremonias religiosas y como parte de la terapéutica de los médicos con el que curaban las cataratas y hacían cataplasmas para colocarlas en las heridas; actualmente se cree que puede curar abscesos, mejorar la vista, y se aplica en dislocaciones y fracturas. Además, alivia cólicos y constipados, y sirve como diurético. Por otra parte, los olmecas colocaban hule en los extremos del los macillos del teponaztle, tambor horizontal de uso ceremonial.
Cómo obtenían los olmecas el hule. Por principio procedían a hacer una incisión en el árbol Castilla Elástica, para obtener un líquido lechoso, pegajoso, que se recogía en cajetes que se colocaban al pie del árbol. El líquido al secarse era muy frágil si no se le agregaba la ipomea alba con el fin de hacerlo manejable y resistente. Entonces, el preparado de savia con ipomea se mezclaba durante quince minutos, con lo que se obtenía una masa blanca moldeable con la cual se fabricaban las famosas pelotas del juego y figurillas, o lo que se quisiese hacer.
Las sagradas pelotas del Tlachtli. El Tlachtli o juego de pelota, también conocido como Ollamaliztli, fue jugado por los pueblos mesoamericanos alrededor del año 1400 a.C. Probablemente surgió en la zona ocupada por los olmecas, pues las pelotas más antiguas provienen de El Manatí, un lugar donde se asentó la civilización olmeca temprana, ubicado en la cuenca del río Coatzacoalcos. Los arqueólogos encontraron doce pelotas de diferentes diámetros (diez a veinte dos centímetros), de las cuales cinco fueron fechadas de 1700 a 1600 a. C. Tales pelotas estaban asociadas con ofrendas rituales lo que sugirió que el juego tenía un carácter sagrado entre los olmecas. Pero tal vez fuesen más grandes y las encontradas por los arqueólogos se hicieron más pequeñas ex profeso, para colocarse en la ofrenda. Las pelotas que se empleaban en este difícil y rudo juego estaban elaboradas de hule macizo, y rebotaban gracias a su composición: cincuenta por ciento de savia del árbol del hule y cincuenta por ciento de Ipomoea Alba.
El olli de los mexicas. El hule fue conocido por los mexicas como un préstamo cultural, que llegaba a Tenochtitlan en estado sólido, en forma de pellas, madejas y masas. Fray Bernardino de Sahagún nos dice que: El que trata en la goma negra que se llama ulli, que se derrite como torrezno puesto en el asador, y no se torna a cuajar, tiene árboles de que la saca; hace unas masa redondas, otras anchas y otras delgadas y largas. Es goma muy saludable. Des estas se hacen las pelotas con que juegan, que fácilmente saltan como pelotas de viento, haciendo sonido como las mismas.
Con el olli negro se elaboraban los olcactli, zapatos con suela de hule; petos, y los olmaitl que servían para tocar el teponaztle. Servía también como ofrenda que se colocaba en los altares de los dioses, y para elaborar figurillas de hule llamadas ulteteo, dioses de hule; así como tocados que llevaban pegada una bola de hule, como el tocado encontrado en la Casa de las Ajaracas, cuando se llevó a cabo una exploración arqueológica en el centro de la Ciudad de México. Algunos de estos tocados se pueden apreciar en el Códice Borbónico, donde aparece en la diosa Teteo Innan y en su advocación como la diosa Tlazoltéotl, la Comedora de Inmundicias, y en el tocado de Mayahuel.
El hule que empleaban los mexicas era negro y duro. En algunas ceremonias rituales se le quemaba porque la resina desprendía un olor agradable. El hule no solamente se quemaba sino que también se derretía y se usaba en determinadas ceremonias como las efectuadas en el mes Etzalcualiztli, ritual en que el sacerdote de Tláloc se untaba ulli derretido en la cara. En la festividad dedicada a Centéotl en el mes llamado Uey Tozoztli, fray Bernardino de Sahagún nos dice en su libro Historia general de las cosas de Nueva España que En esta fiesta llevaban las mazorcas de maíz que tenían guardadas para semilla, al cu de Chicomecóatl y de Cintéotl, para que ahí se hiciesen benditas, llevaban las mazorcas una muchachas vírgenes a cuestas, envueltas en mantas, no más de siete mazorcas cada una; echaban sobre las mazorcas gotas de aceite de ulli, y envolvíanlas en papeles.
Con el hule derretido se manchaban papeles rituales con el que se elaboraban vestidos y tocados para los dioses¸ con él se pintaban objetos tales como las figuras de masa de semillas, coas, canoas y ollas. Los llamados amatetéuitl, ofrendas de papel goteado con ulli, particularmente ofrecidas al dios del agua Tláloc.
Los mexicas también conocieron el Juego de Pelota, a la que debían golpear con los muslos y las caderas. Las pelotas las obtenían por medio del tributo de los pueblos por ellos sojuzgados. Anualmente, llegaban a la ciudad de Tenochtitlan diez y seis mil pelotas.