Borola Tacuche de Burrón

Borola nació en una familia rica de la Ciudad de México, allá por los años veintes, o quizá antes. Vivió parte de su niñez y su juventud con su tía Cristeta, millonaria, que fue su tutora y la de su hermanito Ruperto Tacuche, quien con el tiempo llegaría a ser un famoso ladrón, aunque después se regeneró y se convirtió en panadero. Lo que pasó con sus padres, nunca lo sabremos. Borola desde pequeña fue traviesa y enamorada, amante de hacer repelar a su tía y a su hermano, aunque éste fuera tremendo y a veces le ganara a malora.

Desde chiquita conoció al que con el tiempo sería su esposo, Regino Burrón, quien pertenecía a la clase humilde de la Ciudad capital. Reginito, cuando era niño, era serio y responsable, razón por la cual la tía Cristeta le tenía afecto y lo aceptaba como el mejor amigo de Borola, a pesar de ser de clases sociales tan diferentes.

Cuando Borola y Regino llegaron a la edad adecuada, se hicieron novios y poco después se casaron en una sencilla ceremonia, ya que el galán no era afecto a la pompa y el lujo, y no hubiera podido pagar una suntuosa fiesta que por otra parte no deseaba.

Borola es pelirroja, flaca, alta; en cambio el bueno de Regino Burrón, que tiene el pelo negro y es tal vez moreno, nunca lo podremos saber, se quedó chaparro, pero siempre se mantuvo serio, responsable, fiel y hogareño. Borola no es mala, solo pícara y con aires de grandeza. En la vecindad citadina en la que vive presume con la comadres de ser de la “alta”, cosa que a Burrón no le gusta, porque en realidad la familia también es pobre y viven de lo que Regino consigue de su trabajo como peluquero en su changarro que se llama El Rizo de Oro, sito en el centro de la Ciudad de México.

Borola es de carácter franco, campechano, altanero; es presumida y se considera joven y bella a pesar de que ya no se cuece en el primer hervor y tiene dos hijos ya grandes: Macuca, que ayuda a su madre en las labores del hogar, y Regino chico, alias el Tejocote, pelirrojo como su madre, ayudante del padre en el negocio y estudiante serio y cumplido. Borola tiene otro hijito que es adoptado, Foforito Cantarranas, un pobre niño de extracción muy proletaria, casi lumpen, que tiene como padre a un borrachín bueno para nada de nombre Susano Cantarranas, y a una madre inexistente. Foforito ayuda a don Regino en la peluquería, aunque sin descuidar sus estudios: barre, hace los mandados y hasta ha llegado a pelar, si la ocasión se presenta. Borola siempre se está metiendo en problemas con los vecinos y con sus múltiples amigos: artistas, diputados, millonarios, etc. Sus aventuras son tremendas, se convierten en suculentas historias dignas de leerse. Involucra en sus teje manejes a todo el que puede y casi siempre sale bien parada de sus aventuras, aunque a veces las cosas le fallan y sale perdiendo. Resiente ser pobre y siempre está a la caza de conseguir dinero con sus mañas y artimañas, nunca lo logra, por supuesto. Su tremendo y conflictivo carácter hace que Regino se salga de sus casillas y la amoneste duramente, pero todo es en vano, Borola sigue con sus travesuras y trinquetes. Pero a pesar de sus maloradas, Borola es una buena mujer que ayuda a los vecinos de la vecindad en la que vive cuando puede; trata de sacarlos de apuros, aunque a veces lo único que consigue es empeorar su situación, pero lo que vale es la intención.

Esta es la semblanza de uno de los personajes fundamentales de la historieta de fuerte crítica social de Gabriel Vargas que lleva por título La Famila Burrón, la cual surgió en 1948 y dio fin en el año de 2009. La historieta me acompañó por muchísimos años, me vio envejecer, y creo que motivó mi afición por el lenguaje popular.

Un réquiem por la querida Borola Tacuche.

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