“¡Ay, Palillo no te rajes!” O la carpa mexicana

¿Qué es una carpa? La palabra proviene del quechua karpa y hace referencia a un toldo grande al que sostiene una estructura y que sirve para cubrir un cierto recinto muchas veces hecho de madera. Este recinto puede tener varias funciones, puede servir como como circo, sala de fiesta, feria… o como teatro. Esta última acepción sinecdótica es la que nos interesa.

Aparición de la carpa. La carpa fue un tipo de teatro popular ambulante que recorría pueblos y ciudades de México. Consistía en una estructura móvil que podía desarmarse y que su cubría, en un principio, por medio de una lona. En ella se llevaban a cabo funciones un tanto cuento circenses y de revista musical. En México, la carpa apareció por los primeros años del siglo XX aun cuando tiene sus antecesores en las maronas de la época colonial. Para algunos estudiosos del teatro, la carpa podría derivar del Mester de Juglaría de la Edad Media, cuyos juglares componían poemas que recitaban de pueblo en pueblo para ganarse la vida; o bien de los Misterios, pequeñas obras de teatro que los frailes españoles que llegaron para llevar a cabo la colonización religiosa a los indígenas de estas tierras, escenificaban como parte de su estrategia ideologizante. Sabemos que en un principio la carpa estuvo influida por las maromas y los títeres, que como hemos dicho formaban parte de las diversiones de la Colonia. Los locales donde se llevaban a cabo está representaciones eran muy similares a las posteriores carpas de principios del siglo XX, si bien no fueron trashumantes. Con el paso del tiempo, la carpa dejó de recorrer caminos y los dueños empezaron a rentar locales, cuya mayoría se encontraba en la Ciudad de México, en barrios tales como Guerrero, La Lagunilla y Peralvillo.

  Estructura de una carpa. La carpa estaba construida básicamente de madera, de tablones que se levantaban para formar un recinto que comprendía un escenario, algunos camerinos para los artistas y una serie de bancas para los espectadores, que también podían ser sillas plegables de madera. Mientras los integrantes de la carpa se ocupaban en armarla, un pregonero o “gritón”, como se le decía popularmente, anunciaba la función, los artistas que participarían en ella, y el número de  tandas que se representarían cada tarde, casi siempre eran dos, pero también las había de tres tandas por un boleto. Una descripción de una marona realizada por Antonio García Cubas nos sirve para demostrar el inicio de lo que posteriormente sería un teatro-carpa: Era de planta cuadrada, con mal pavimento, pues era el que, quitando las bancas o lunetas, servía para el circo y la maroma…(las) galerías, construidos de fuertes maderos y tablazón, se hallaban embadurnados de mala pintura. Cada carpa era capaz de recibir a cien asistentes. El escenario, que estaba formado por una tarima elevada, media de seis a ocho metros de largo; en la parte baja de dicha tarima, por detrás, se encontraban los camerinos de los artistas. Llegó incluso a haber carpas mucho más grandes, capaces de albergar a doscientas personas.

Las funciones de las carpa. En los inicios de las carpas, solía haber representaciones de bailarinas, cantantes, cómicos, malabaristas, ventrílocuos y magos. Cuando la función comprendía tres tandas a la primera podía entrar todo tipo de público: hombres, mujeres y niños. Para la segunda tanda la función adquiría mayor cuidado y calidad y era para adultos. Y como es de suponer,  la tercera tanda, que se llevaba a cabo después de las ocho de la noche, era la mejor y de mayor calidad. El precio de entrada a las funciones no era oneroso para el pueblo, a diferencia de los teatros establecidos –donde la función estaba compuesta de zarzuelas llegadas de España- que costaban mucho más y era sobre todo, para las clases media y alta. En las funciones los artistas representaban personajes cotidianos, de la vida diaria, que empleaban una lengua conocida por los espectadores, y con el cual se identificaban y entablaban diálogos chuscos. Los sketches cómicos que se presentaban constituían una crítica social en los cuales se criticaban las acciones de los políticos corruptos y ladrones. Las canciones que ejecutaban los cantantes eran o bien rancheras o bien pertenecientes al folklores urbano. Las bailarinas, atrevidas y éxoticas, tenían sabor populachero. El escritor Luis Ortega, al hablar de las incipientes carpas posrevolucionarias afirma que: Es fácil comprender que el pueblo, que abandonó el cine mudo y que no aceptaba aún las películas habladas en inglés con títulos en español, porque además no sabía leer, buscara la diversión en la carpa, espectáculo que sí estaba hecho a su gusto y medida. Por eso proliferaron estos teatritos que, como los circos pobres, encontraban asiento en cualquier lote baldío de los que había muchos en los barrios, o aún en zonas céntricas donde la remodelación urbana había derruido viejas construcciones. Recordamos algunas carpas que fueron famosas, aunque empezaron con toldo de lona y muros hechos con tablas procedentes de las demoliciones: Mayab, Ofelia, Procopio, Maravillas, nos resultan inolvidables, y de ahí surgieron luego los teatros Colonial, Río y muchos más en los que el espectáculo era similar al de sus antecesores.

Algunas de las carpas mencionadas recurrían a un buen truco para hacerse propaganda: imprimían un volante que tenía la apariencia de un billete de diez pesos, pero en cuyo reverso se encontraba el anuncio de lo que ofrecía la carpa: las tandas, el horario y el precio. Estos volantes se colocaban en el suelo de las calles a la espera de que los incautos la recogiesen. Asimismo, se repartían volantes en los tranvías y a las puertas de las pulquerías. Muchas fueron las veces que los carperos fueron sancionados por las autoridades católicas por considerar que el vocabulario empleado en los sketches era inmoral y altamente alburero, y que las bailarinas muchas veces cubrían menos de lo necsario. ¡Lo cual era absolutamente cierto!

El auge de las funciones carperas fue de 1930 a 1950. Los jacalones de mala muerte de tiempo atrás, se convirtieron en pequeños teatros establecidos, aunque todavía humildes y populares. El investigador Gerardo Mendive nos dice en un interesante artículo que: El contenido de los espectáculos no era diferente de lo que se podía ver en los teatros tradicionales: también en la forma de tandas, el público se entretenía con números musicales, el sketch cómico, la sátira política, las imitaciones, actos de malabares, magia, ventrílocuos, payasos. Aunque la carpa era considerada un espectáculo propio de barriada -no había desperdicio en los diálogos de doble sentido, el albur, el lenguaje de barrio, el tono populachero-, grandes protagonistas de la historia del espectáculo cómico surgieron de ahí (…)

“Palillo”, “El Profeta del Desastre”, un carpero muy destacado. Muchos fueron los artistas que iniciaron su carrera en las carpas. Los hubo cantantes y cómicos que de la carpa pasaron a trabajar en el cine. Como ejemplos podemos citar a Fernando Soto (el padre de “Mantequilla”) a quien llamaban El Panzón Soto, El Cuatezón Beristain, Delia Magaña, Cantinflas, Manuel Medel, Resortes, Clavillazo, Tin Tan, Schilinsky, Joaquín Pardavé, Amelia Wilhelmy, y muchos muchos más. Sin menoscabar la importancia histriónica de cada uno de ellos, veamos una semblanza de uno de los cómicos de carpa más destacados de México.

Jesús Martínez Rentería conocido en la farándula como “Palillo”, nació en la Ciudad de Guadalajara el 13 de abril de 1813, en el Barrio del Santuario. Su sátira política era tan cáustica en sus sketches que fue detenido innumerables veces, hasta se cuenta que llevaba siempre en la bolsa del pantalón un amparo judicial listo para ser usado si la ocasión lo ameritaba. Por lo bueno de su contenido cómico y de crítica social se ganó el epíteto de El Rey de la Carpa. Después de haber pasado por muchas profesiones en su tierra natal –agente de tránsito, fotógrafo, sochantre y cantante de coro en la catedral-  a muy temprana edad, diez y nueve años, participó como corista en el Teatro Principal y como cómico, que causa la risa del público al ser tan delgado, tan flaco, de ahí su apodo. Como gustaba mucho se trabajo en las carpas de Jalisco, fue contratado por empresarios mexicanos del Teatro Colonial, al que llegó para debutar en 1937. Su éxito fue rotundo. Permaneció en al Teatro por siete años, para luego cambiarse al Follies Bergere, en el que permaneció por 11 años, en los cuales trabajó con artistas como Tin Tan y Marcelo, Tongolele, el trío Los Panchos y Agustín Lara. Por su crítica al régimen priista y en general a las autoridades ladronas y corruptas fue perseguido, apresado numerosas veces –nueve, según declaró en una entrevista, e incluso golpeado. Llegaron incluso al extremo de clausurar el teatro en el que actuaba. Sus obras de crítica política fueron muchas; entre ellas se encuentran El Malefico es el Pri, Cuna de robos, El retrato de Dorian Buey, Adiós Guayabera mía, Agarren a López por pillo, El Informe de Palillo, y la Marcha del tiempo.

En los años cuarenta Palillo incursionó en el cine. Filmó solamente tres películas; a saber, Lo que el Viento trajo, Palillo Vargas Heredia, y ¡Ay, Palillo no te rajes! Años después, en 1986 fue galardonado con la medalla Eduardo Arozamena por su excelente trayectoria cómica. Palillo murió a los ochenta y un años en la Ciudad de México, víctima de problemas hepáticos. El hueco que dejó dentro del humor político jamás has sido ocupado por nadie.

 

Deja un comentario