Corría el año de 1971. El doctor Gonzalo Aguirre Beltrán tenía a su cargo la Secretaría de Cultura Popular y Educación Extraescolar de la Secretaría de Educación Pública. Había conocido a Alberto Beltrán en el Instituto de Alfabetización para Indígenas Monolingües, en donde este último hacía las ilustraciones para cartillas y materiales didácticos en lenguas indígenas.
Como Aguirre Beltrán sabía del amor que Alberto profesaba a las manifestaciones de las culturas indígenas y populares, y del conocimiento que de ellas tenía, pensó que era el candidato idóneo para dirigir una nueva dirección que estaba por formarse: la Dirección General de Arte Popular.
Al principio Beltrán dudó en aceptar la invitación que se le hizo, pues tuvo temor de verse atrapado dentro de un absorbente y paralizante engranaje burocrático. Al fin y al cabo, él era un artista gráfico y no un funcionario sometido a horario fijo y a restricciones intelectuales e ideológicas. Pero como su interés por el arte popular sobrepasaba sus temores, y como su segunda vocación era, indiscutiblemente, la de antropólogo, aceptó para beneficio de la cultura popular y su futuro institucional.
El maestro Beltrán inició su gestión administrativa el 1º de agosto de 1971. La nueva dependencia se creó por decreto presidencial de Luis Echeverría Álvarez, documento publicado en el Diario Oficial de la Federación.
Con la creación de la DGAP, la SEP basaba su política cultural y su ideología nacionalista en la fuerte tradición artesanal del país. Las acciones que se tomaran deberían encaminarse hacia el rescate, la preservación y la creación de las manifestaciones tanto culturales como artesanales de las culturas indígenas y populares, para que fueran difundidas entre los vastos sectores de la población. Sin embargo, las metas y los resultados obtenidos en la Dirección fueron mucho más allá de la mera tradición artesanal. En la práctica, sus actos iban a marcar muchos de los caminos que seguirían las posteriores administraciones, por lo que al relatar la historia de la Dirección General de Culturas Populares no se puede omitir esta primera etapa que conforma no sólo su antecedente, sino que es su origen ―en el sentido de germen, raíz, nacimiento. Habla Beltrán:
Me tocó estar en el inicio de lo que después se llamó Dirección General de Culturas Populares. En esos inicios (con compañeros que tenían formación antropológica), hicimos una discusión sobre cuáles eran los alcances de esta Dirección. ¿Qué era lo que queríamos abarcar para poder establecer un sistema de trabajo? Eso, que en aquel momento sonaba como una palabra maldita (folklore) se había convertido en la palabra despectiva para nombrar lo chusco, lo chistoso, lo superficial, olvidando su origen limpio y noble, cuando quería decir “saber del pueblo, la sabiduría del pueblo”. Pero ya no era posible utilizarla así, porque la gente le daba otro significado y, si nosotros usábamos el término crearíamos confusión. Por eso decidimos usar para nosotros el término: tradiciones populares. La situación semántica era tan compleja que, posteriormente, cuando se empezó a transformar en Dirección General de Culturas Populares, se hizo una reunión internacional, invitando a teóricos de Italia, de Suramérica y de los Estados Unidos para aclarar: ¿Qué era eso de culturas populares; qué era lo popular… Yo creo que, en concreto, se hizo lo que nosotros habíamos dicho al principio que íbamos a utilizar los términos “por mientras”, porque si no, se nos iba a ir el asunto de las manos y necesitábamos hacer algo.